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Actualizado: 5 de junio de 2025
Me lo ha dicho quien vio por sus ojos a doña Anita entrar en la capilla de don Fermín y a don Fermín salir sin saludar a la Regenta. Pues yo los he visto saludarse y hablar en el Espolón. Es verdad gritó un tercero yo también los vi. De Pas iba con el Arcipreste y la Regenta con Visitación. Es más, el Magistral se puso muy colorado. ¡Hombre, hombre! exclamó el ex-alcalde fingiendo escandalizarse.
¡Oh, le estoy cansando a usted! dice Visitación a un rubio con cuello marinero, a quien ha hecho ya cargar con cincuenta piezas de percal. ¡Ah, no señora! Es mi obligación... y además lo hago con la mejor voluntad.... «El mancebo ha de ser incansable, para eso está allí». Visitación siempre tiene que hacer un mandilón para la criada, pero no se decide nunca.
Y la terrible mirada de don Sebastián, que asustaba a toda la diócesis, nublóse con lágrimas. Además, tengo otras penas continuó , pero son de hombre previsor que teme el porvenir. Cuando muera, todo lo que tengo será para mi hija. Juanito cuenta con lo de su madre, que era rica, y además tiene una carrera y el apoyo de mis amigos. Visitación será poderosa.
Ah, y no echarle encima demasiada ropa, ni dejar... que entre Visitación... que la aturde. ¡La ciencia prohíbe terminantemente que esa señora protectora de comadronas parteras meta aquí la pata!...
Brooke se había casado con una gitana del Albaicín. Buen provecho; pero de todas maneras era una aventura estúpida. La piel del tigre la conservaba, por el tigre, no por el inglés». Esta historia no la sabía bien Obdulia; creía que se trataba de un norte-americano; se lo había dicho Visitación... «¿Por qué no había ido al teatro?
Las confidencias de don Álvaro le habían enternecido, y su espíritu volaba en una atmósfera ideal; aquel airecillo romántico le hacía en las entrañas sabrosas cosquillas, más punzantes por la falta de uso. Pocas veces se hallaba él en semejante disposición de ánimo. Obdulia y Visitación, desde la ventana de la cocina que daba al patio, les llamaban a grandes voces, riendo como locas.
Ninguna quiso ir, no se atrevían. Se votó y se nombró a Olvido Páez, por la representación de su papá y lo bienquista que era la joven en Palacio. «Sí decía en la junta Visitación que venga Olvido; así no creerá el Magistral que el tiro va contra él; porque, como a mí no me puede ver...». Y era verdad; el Magistral despreciaba a la del Banco y la tenía por una grandísima cualquier cosa.
Nos vamos, nos vamos; ea, ea, conversación; no oigo nada.... Vamos, Olvido... no oigo... no oigo.... Por una especie de milagro acústico cada palabra de Visitación sonaba como siete; parecía que estaba allí perorando toda la junta de protectrices. Se levantó y se dirigió a la puerta llevando como a remolque a la de Páez.
Paco no quería perjudicar a Mesía en sus planes, a los cuales tal vez obedecía en parte la fiesta de aquel día; pero encontró muy gracioso y picante el molestar al señor Magistral, si, como Visitación sospechaba, a este ilustre canónigo le disgustaba ver a la Regenta entregada al brazo secular de Mesía.
Visitación se complacía en adivinar la cólera del Provisor y le abrumaba a chistes, y le mareaba con aquel atolondramiento «que a él se le ponía en la boca del estómago». Pero, señoras mías dijo De Pas hablemos con formalidad un momento. ¿Qué? ¿cómo se entiende? ¿quiere usted recoger velas, que se desdiga S. I.? Creo, que... ¡Nada, nada! La palabra es palabra.
Palabra del Dia
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