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Actualizado: 29 de junio de 2025


Pio, feliz, triunfador, dirigía de vez en cuando al concurso vagas miradas de piedad y condescendencia. Y cuando sus ojos tropezaban con la faz rentística de Calderón, se enternecía visiblemente y le costaba ya trabajo no llamarle papá. A medida que el almuerzo avanzaba, la tierra pesaba menos sobre ellos. Los ricos vinos enardecían su sangre, la charla los animaba.

Pero en el fondo sintieron todos, unos más y otros menos, el mismo estremecimiento al ver aquella figura siniestra. Fernanda, por mujer y por el estado especial de su alma, se inmutó visiblemente: después de pasar siguió todavía con ojos de temor a los dos jinetes hasta que se perdieron entre las sombras.

El trato de la ruda, y grosera tropa de antaño, en la vida de frontera y en la guerra contra los salvajes, rebajaba visiblemente la cultura de los oficiales, es del negro trato de los negros que proceden las peores grietas o depresiones morales de los norteamericanos, y ninguna profesión, ni la de carnicero, ha llegado nunca a degradar tan monstruosamente el carácter humano, como el Santo Oficio de la Inquisición.

»Sería arriesgarse me dijo, a recibir las justas reclamaciones del embajador de España. »En aquel instante anunciaron al Rey, y Jorge II apareció apoyado en el brazo de un joven de buen aspecto y cuidadosamente vestido. Necesité hacer un grande esfuerzo para reprimir un grito de sorpresa al reconocer en aquel joven a Carlos, el cual palideció visiblemente y se vio obligado a apoyarse en un sillón.

Titay es esa pobre mujer que acaba de salir, era la amante de un compañero y anoche supimos había vendido cuanto tenía, creyendo poder seguirnos. ¡Pobrecilla! añadió el valiente hijo de España visiblemente conmovido; sin él nada quiere y toda su fortuna la ha tirado á la mar.

¿Crees que la niña se alegrará de conocerme? preguntó el ministro visiblemente inquieto. Siempre me he alejado de los niños, porque con frecuencia demuestran cierta desconfianza, una especie de encogimiento en entrar en relaciones familiares conmigo. ¡Yo he temido siempre á Perla! Eso era triste, respondió la madre, pero ella te amará tiernamente y la amarás también. No se encuentra muy lejos.

Aquí tenemos un ejemplo muy interesante de la manera ingeniosa, con que los poetas españoles se apropiaban pensamientos ajenos, les daban nueva forma y los aplicaban con fines distintos. Visiblemente se nota en esta obra una reminiscencia de El villano en su rincón, de Lope. Además, García recuerda también á El celoso prudente, de Tirso, y á El comendador de Ocaña, del mismo Lope.

Las palabras finales del mayor monstruo los celos, como escribió el autor, no como imprimió el ladrón, aluden, sin duda, al texto antiguo, visiblemente de Calderón; pero tenido, sin duda, por él en poca estima é impreso contra su voluntad. Debajo de este título comprendemos siempre la gran colección de comedias españolas de autores diversos, cuyo índice copiamos en el apéndice al tomo III. El Sr.

Al dar las diez de la mañana de uno de los primeros días de mayo del año 1838, se abrió la puerta cochera de un pequeño palacio de la calle de los Maturinos para dar paso a un joven montado en magnífico corcel de pura raza inglesa. Tras él y a la debida distancia salió un criado vestido de negro y montado también en un caballo de pura sangre, pero visiblemente inferior al primero.

Me han dicho que está arruinado o muy próximo a arruinarse. Pepa se estremeció visiblemente. ¿Qué dice usted? ¿Por dónde ha sabido usted eso? Pues me lo han dicho ya varios. La viuda se volvió bruscamente hacia Jiménez Arbós sin ocultar su agitación y le preguntó en voz baja y alterada: ¿Has oído algo de que Osorio esté arruinado? , lo he oído.

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