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Estaba en el convento sirviendo una mujer mulata llamada Juana Teresa Parrado, de quien las monjas tenían muchas sospechas de que era mala cristiana y dando aviso al señor visitador que es nombrado por el duque de Medina Sidonia para este convento por privilegio especial del Papa, hizo sus obligaciones, y negando la dicha mulata con alguna turbación, fué dada cuenta al señor provisor, siendo amenazada la mulata si no confesaba la verdad, que sería castigada y atormentada, dijo que la mañana del dicho día 17 de Junio muy temprano el Demonio la sacó por la reja de una tribuna y teniéndola en el aire junto al viril le dijo sacase la Sagrada Hostia y se la entró en el seno y habiéndola vuelto el Demonio á la tribuna había ella partido la Hostia y arrojándola sobre el referido altar.

Parece que la distinción y dotes físicas deberían ser nativas en todos los portadores de la lira. ¿Apolo, el crinado numen lírico, no es el prototipo de la belleza viril? Mas no todos sus hijos nacen con dote tan espléndido. Los privilegiados se llaman Goethe, Byron, Lamartine, Poe.

Era el marqués uno de esos hombres que, por su bello y serio rostro, su gracia viril, su elegancia correcta y sencilla, hacía espontáneamente brotar de los labios esta frase de trivial admiración: tiene porte de príncipe.

Los labios, rojos y vitales, se entremordían con perezosa voluptuosidad que no tendría explicación viril, si los hipnóticos no fueran casi todos femeninos; y los ojos, sobre todo, antes vidriosos y apagados, brillaban ahora con tal pasión que el sepulturero tuvo un impulso de envidiosa sorpresa. Y eso, así... ¿la cocaína? murmuró. La voz de adentro sonó con inefable encanto.

Era para como un primer amor, con todo el encanto dignificante que un idilio virginal tiene para el hombre hecho, que después amó cien veces... Si usted es querido alguna vez como yo lo fuí, y ultraja como yo lo hice, comprenderá toda la pureza viril que hay en mi recuerdo. Hasta que una noche tropecé con ella.

La que libre, feliz y soberana Bebia la virtud republicana En el soplo viril del huracan; La que en alas del rápido pampero Parecía decir al mundo entero: «Adonde mi viento el brazo La que Atenas del mundo Americano Distribuyó con generosa mano De ilustracion y de verdad el pan, Y en la mente sin luz de la criatura Encerraba la ardiente levadura Que con la edad debia fermentar?

Júrame que no me abandonarás. Que me querrás siempre... que no me desprecias porque soy débil contigo... porque te quiero. Isidro lo juraba todo sin hablar; lo juraba con sus manos inquietas, con sus labios acariciadores, con el viril estrujón que hacía caer vencida y esclava en entre sus brazos a aquella alma simple y primitiva, ansiosa de ideal.

Estas torrecillas estan en la misma disposicion y lados que las otras que vimos arrancar de la base de la zona tercera del primer cuerpo, y se hallan entre unidas con sutiles arbotantes que rematan en figurillas. La bóveda circular que asegura el cuerpo cilíndrico del viril, y que recuerda desde luego la de la rotonda que dedicó Constantino como capilla fúnebre á su hija Sta.

Se inclinaba a la propaganda moral, a la preparación de las conciencias; pero, naturaleza ardiente y viril, no había vacilado en descender hasta la acción si le hubiese sido necesaria. Y aunque de sus relaciones con el Príncipe nada se dijera de preciso, la sospecha de que fuera su querida se confirmaba.

Las finas siluetas de hijos de familia, holgados dentro del smoking, hacían resaltar la fuerza muscular de Juan. Sus anchas espaldas, su rostro enérgico tenían cierta belleza, una belleza viril que hacía dominante su mirada luminosa, súbitamente dulcificada, hasta la más infinita ternura, cuando se posaba sobre María Teresa.