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Actualizado: 21 de octubre de 2025


Que vaya á contar á los de Villoria cómo tratamos á los que no quieren gritar «viva Lorío». Toribión sentía celos de aquel bravo mozo que osaba resistírsele. Además era primo de Nolo, á quien temía y aborrecía al mismo tiempo. Y en efecto, lo torgaron; esto es, le amarraron su propio palo por la espalda á los brazos con las correas de los zapatos.

En el fondo á la derecha el pueblecito de Villoria, un grupo de casas blancas donde se destacaba la iglesia y el oscuro palacio medio derruído de los marqueses de Camposagrado. Cuando se hubieron sentado en los toscos sillones que allí había, el capitán expuso á su primo el objeto de su visita. Quedó pensativo D. César algunos momentos.

Tal como un león que sale del bosque hambriento y cae sobre un rebaño de ovejas devastándolo en sus garras poderosas, así el mozo de la Braña se introdujo en la falange de Rivota, causando en ella la consternación y el estrago. Los demás le siguen con igual ardor. Rompen las primeras filas. Los del alto de Villoria, hábiles en manejar el palo nudoso, repelen á sus enemigos dispersándoles.

¡Hola, amigo D. Lesmes! ¡Qué encuentro tan feliz! ¿Cómo á estas horas por aquí? exclamó en tono jovial y un si es no es burlón. El capellán se puso colorado hasta las orejas. Voy á ver al señor cura de Villoria que me han dicho se encuentra un poco enfermo. ¡Siempre practicando obras de misericordia!... ¿Y qué tiene el señor cura? Pues según parece es un enfriamiento.

El mísero Talín volvió á sus inquietudes no tanto por advertir la excitación de su amo como por la necesidad de pasar nuevamente por Villoria. Y en efecto, aunque procuró refugiarse entre las piernas de aquél al cruzar por delante del palacio del marqués, no le valió. El perro del mayordomo cayó sobre él con tal ímpetu que á poco le descuartiza.

¿Dónde están los pollos de Entralgo y de Villoria? profería riendo á carcajadas. Hace ya mucho tiempo que no oigo su pío pío. ¿Andan de rama en rama los pajaritos ó están todavía en el nido esperando á que su madre los cebe?... Dicen que los espanta el milano... ¡Cua! ¡cua! ¡Corred, corred, pollitos, que allá va el milano!... ¡Cua! ¡cua!

De un modo ó de otro, menester es que los de Riomontán y de Fresnedo peleen esta noche con nosotros. Ya sabéis que parte de la mocedad de Villoria y de Tolivia aún no ha venido de la siega. De Entralgo y de Canzana también hay algunos por allá. Podéis estar seguros que de nuestros contrarios no faltará uno solo. Los de Lorío y Rivota andan muy engreídos desde la paliza del Obellayo.

Regalado se aproxima con el reloj en la mano y abandonando su acostumbrada ironía le dice con visible emoción, pues al cabo también él había nacido en Villoria: El jurado te declara vencedor, Jacinto. Elige la moza que ha de entregarte el reloj. Jacinto tarda algunos instantes en responder. Al cabo haciendo un esfuerzo pronuncia muy quedo el nombre de Flora. Ven acá, Florita grita Regalado.

Imposible mirar solamente á aquel hombre sin sentir el corazón henchido de rabia. Por eso los de Entralgo y Villoria se apartaban cuanto podían de los parajes en que el jefe poderoso de Lorío relampagueaba de orgullo y de jactancia. Jamás se le viera más alegre y fanfarrón que aquella tarde.

Detrás se percibían esfumadas en la sombra las siluetas de quince ó veinte monteras que cobijaban las cabezas de otros tantos jóvenes de los altos de Villoria. Su llegada produjo cierta sensación en los grupos cercanos, pero muy particularmente en nuestras zagalas, que hicieron un movimiento de sorpresa.

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