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No sabía qué decirle, pero necesitaba verlo para no estar solo. Se presentó una de las criadas viejas, anunciando que el coronel se había ido á Monte-Carlo. ¡Este también! dijo el príncipe. Tomó su sombrero y su gabán para escapar al tedio de una tarde de domingo pasada á solas. Además, una fuerza indefinible tiraba de él igualmente hacia la inmediata ciudad.

Salieron dos viejas y un señor muy gordo, encasquetándose un gorro negro antes de ponerse el sombrero; mas Tirso dentro permanecía. «¡Qué calma! pensaba Pepe ¡Sabiendo cómo estarán en casaDe pronto sacó otra vez el reloj y, notando que había pasado casi un cuarto de hora, se le acabó la paciencia y bajó la escalerilla: aún se detuvo unos instantes en la puerta, mas en balde.

Y porque aquél está pobre y necesitado, mandamos quemar las coplas de los poetas, como franjas viejas, para sacar el oro, plata y perlas, pues en los más versos hacen sus damas de todos metales." Aquí no lo pudo sufrir el sacristán, y levantándose en pie, dijo: "¡Mas no, sino quitarnos las haciendas!

Son las viejas ilustraciones de la Francia, en las letras, en las artes, en la industria, en la ciencia y en la política. Bulliciosos también los viejecitos; los años no les pueden hacer olvidar que son franceses. La regla y la campanilla del presidente están en continuo movimiento.

Los tres oyentes se miraron con asombro, y hasta el coronel, que se mantenía impasible siempre que hablaba su señor, mostró en sus ojos cierta sorpresa. ¿Qué quería decir el príncipe?... no ignoras, Atilio, lo que es una mujer. En la mayor parte de los pueblos de la tierra sólo existen hembras: jóvenes y viejas, pero no hay mujeres.

Esto pensó ella poniéndoselas y recreándose en la pequeñez y configuración graciosa de sus pies, y dijo para con orgullo: «Hoy, al menos, no me verá con el horrible calzado roto que traje del Tomelloso». La vergüenza que sintió al mirar las botas viejas que en un rincón estaban, también muertas de vergüenza, no es para referida.

Tenía ganas de pisar tierra española, de pasear por aquellas viejas murallas con sus garitas, sus baluartes y sus cañones, de ver el hermoso golfo de Cádiz. La primer visita era indispensable hacerla a don Matías. Doña Hortensia me recibió como si fuera su hijo. Mi capitán le hizo grandes elogios de . Doña Hortensia estaba espléndida.

En el Cap-Martin dejaron los ingleses á sus muertos; en Mónaco los hay de todas las nacionalidades; en el Cap-Ferrat duermen los belgas bajo coronas que ya son viejas; en Niza están los cadáveres americanos; y en todas partes, desde el Esterel á la frontera italiana, franceses... franceses... franceses. Son incontables los cadáveres.

Causa admiracion el extraordinario aseo de las casas en su interior y exterior, de las calles, los muelles y todos los edificios y lugares públicos; y es tal el prestigio de esa pulcritud que aun las casas mas viejas, pintadas con esmero y lustrosas, parecen acabadas de edificar.

Doña Juana, al entrar, ocupó un sillón semejante a un trono, asiento desde el cual presidía toda las tardes su fiel tertulia de canónigos, amigas viejas y señores de sanas ideas, como una reina que recibe su corte. Siéntate dijo brevemente a su sobrino.