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Actualizado: 10 de noviembre de 2025


En la sala de Aguirre, en el arca, se guardaba, entre otras cosas viejas y respetables, un tomo manuscrito, en folio, muy voluminoso. En la cubierta, de pergamino, decía, con letras ya desteñidas y rojizas: «Historia de la familia de Aguirre».

Lo que se consumió de vino, pan, carne, tartas y kugelhof no puede calcularse; pero lo que se sabe positivamente es que Juan Claudio, que estaba muy triste desde la entrada de los aliados en París, se reanimó aquel día y cantó viejas canciones de su juventud, tan alegremente como cuando partió con el fusil al hombro para Valmy, Jemmapes y Fleurus.

No faltó quien informase luego que el muy taimado de la sangre azul tenia sus viejas marrullas de rezandero, que le hacian parecer pasablemente pecador. En ninguna parte es tan ridículo el tartufo como en alta mar. Pero nada tan curioso como una Francesa que venia de San-Francisco de California con su marido, victima de un mareo permanente.

Simoun compraba tambien alhajas viejas, hacía cambios, y las económicas madres habían traido las que no les servían. Y ¿usted, no tiene nada que vender? preguntó Simoun á Cabesang Tales, viéndole mirar con ojos codiciosos todas las ventas y cambios que se hacían. Cabesang Tales dijo que las alhajas de su hija habían sido vendidas y las que quedaban no valían nada.

Mas tan poca labia y malicia el pobrecillo desplegaba en este oficio chalanesco, que pronto hubo de quedarse en la calle. Últimamente le deparó el cielo unas señoras viejas de la Costanilla de San Andrés, para que les llevara las cuentas de un resto de comercio de cerería, que liquidaban, cediendo en pequeñas partidas las existencias a las parroquias y congregaciones.

Pero ha sido para usted una amiga muy buena le argumenté. Según lo que yo he podido ver, ha sido la más cómoda de las damas de compañía. La verdaderamente modelo es aquella que desaparece por completo cinco minutos después que ha entrado en la habitación manifestó Mabel. suspiró, supongo que no debo quejarme cuando recuerdo esas viejas regañonas en cuyo poder están otras niñas.

El poético aparato del culto católico imponíase a la muchedumbre con toda su fuerza sugestiva. Las mujeres llevábanse las manos a los ojos, humedecidos sin saber por qué, y las viejas golpeábanse con furia el pecho, entre suspiros de agonizante, lanzando un «¡Señor, Dios míoque hacía volver con inquietud la cabeza a los más próximos.

¡Acuérdate de lo que ha pasado!... ¡Vosotros habéis sido vencidos!... Y nosotros, las viejas razas del Norte, os hemos puesto el pie en la frente.

En las construcciones de piedra, imitando lo antiguo, el tono gris oscuro de la pintura que pugna por ser vetusta, no consigue engañar la mirada, como las artistas jóvenes que creen hacerse viejas en las tablas blanqueándose el cabello y conservando la lozanía del cutis, no alcanza a producirnos la ilusión buscada... A lo lejos, en el confuso dibujo de la ciudad, algo inmenso que se extiende entre dos pilares colosales, casi perdidos en la bruma, es el puente de Brooklin.

A los diez y seis años hice un viaje no muy feliz a Terranova, de grumete. Casi todos los vascos que íbamos a la pesca del bacalao nos reuníamos en Saint-Malô; arrendábamos unas cuantas barcas y marchábamos a pescar a las islas de Saint-Pierre y Miquelon; pero los arrendadores nos daban goletas viejas sin condiciones marineras, llenas de agujeros tapados con estopa.

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