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Actualizado: 28 de julio de 2025
Desvanecidos en algun modo los recelos, y tomadas algunas providencias de precaucion por el Gobernador, oficial de mucha experiencia y acreditada conducta, siguió Lopez al destino señalado, viéndose en la precision de dejar en aquella ciudad y por el camino, la tercera parte de su destacamento, que igualmente fué acometido por el accidente de la terciana, y con lo restante transitó las provincias pacificadas por Reseguin, sin ocurrirle novedad, y el dia 20 de Abril llegó oportunamente á la ciudad de la Plata.
Dedicamos algunas páginas anteriores á la gran fiesta religiosa del «Corpus Christi» y ahora vamos á tratar de otras profanas de que nos dan noticia los documentos de nuestros Archivos, en los cuales se reflejan las costumbres de los tiempos, viéndose por las notas que vamos á consignar cómo se fueron modificando, hasta cambiar por completo, los gustos, aficiones y tendencias populares.
Entre otras ficciones que cuentan de él, refieren, que si alguno le mira, ó él le echa su hálito, muere luego, y que si nace en alguna fuente, el único medio de matarle es ponerle delante un espejo, en que viéndose, muere: y otras cosas que, si fuesen verdades hubiera yo muerto mas de cien veces, porque miré y cogí mas de tres mil.
¿Cómo...? ¿Qué es eso...? ¿Qué hace usted aquí? El secuestrador trató de acercarse sonriendo de un modo horrible. ¡No se acerque usted o le tiro una piedra a la cabeza! dijo la heroica joven haciendo ademán de bajarse a cogerla. Elena viéndose libre se dio a correr hacia casa, dejando a su infeliz cuñada en las garras del monstruo. ¡Germán! ¡Germán! iba gritando . ¡Germán, un secuestrador!
Aquel joven era la tremenda ironía de la mujer que, viéndose mustia y enfermiza, recordaba al tierno esposo que él envejecía, gracias, no sólo a los años, sino también a los disgustos de aquella servidumbre conyugal.
Suma era la alegría que llevaba consigo Sancho, viéndose, a su parecer, en privanza con la duquesa, porque se le figuraba que había de hallar en su castillo lo que en la casa de don Diego y en la de Basilio, siempre aficionado a la buena vida; y así, tomaba la ocasión por la melena en esto del regalarse cada y cuando que se le ofrecía.
Hecho lo cual, siempre prudente y previsor, se eclipsaba. Paquito, viéndose estafado, ponía el grito en el cielo. «¿Quién ha sido, rico? ¿Quién te ha llevado el pastelito? exclamaba su niñera. ¿Ha sido el Fidel? Vamos a pegarle con el látigo.» ¡Dónde estaba ya el Fidel! En un buen rato no se le veía por ninguna parte.
Viéndose, pues, solos, la doncella prosiguió diciendo: «Yo, señores, soy hija de Pedro Pérez Mazorca, arrendador de las lanas deste lugar, el cual suele muchas veces ir en casa de mi padre.»
Estaba alegre, con la alegría forzosa del que necesita amoldarse á los acontecimientos. Se felicitaba por su libertad, como si esta libertad la hubiese conquistado voluntariamente y no le fuese impuesta por el desprecio de ella. Le dolía el recuerdo del día anterior, viéndose ridículo y grosero. Era mejor no acordarse de lo pasado.
Como faltase dinero para la guerra entregó la mayor parte de sus alhajas al joyero Cortizos y envió a su esposo ochocientos mil escudos: fueron necesarios más, y por el Conde de Castrillo mandó a Zaragoza las joyas que le quedaban; con lo cual viéndose el Conde-Duque amenazado por la impresión que tan noble conducta causase en el animo de Felipe IV, y deseando contrarrestarla de cerca, se determinó a volver a Madrid en Diciembre: pero su caída era ya inevitable.
Palabra del Dia
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