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Actualizado: 16 de junio de 2025


D. Benito estaba en pie en medio de su despacho oscuro, de techo bajo; estaba rodeado de escribientes que trabajaban en vetustos escritorios forrados de muletón verde. Los libros del protocolo, macizos y graves, de lomo pardo, estaban allí, con la solemnidad misteriosa que tal pavor supersticioso infundía en el alma romántica y nada jurisperita de Bonis. El notario se acercó a su amigo el Sr.

Las estanterías entreabiertas dejaban asomar legajos y protocolos en abundancia; por el suelo, en las dos sillas de baqueta, encima de la mesa, en el alféizar mismo de la enrejada ventana, había más papeles, más legajos, amarillentos, vetustos, carcomidos, arrugados y rotos; tanta papelería exhalaba un olor a humedad, a rancio, que cosquilleaba en la garganta desagradablemente.

Además, podía poseer igualmente el estudio notarial, oficina polvorienta, de muebles vetustos y grandes armarios con puertas alambradas y cortinillas verdes, tras de las cuales dormían los volúmenes del protocolo envueltos en becerro amarillento, con iniciales y números en los lomos. Don Esteban sabía bien lo que representaba su estudio.

Llevaba ventaja a los vetustos caserones solariegos, como el del marqués de Peñalta, en que al fabricarla no se había atendido tanto a la vanidad de sus dueños cuanto a la apropiada distribución de las habitaciones para los usos de la vida. No era triste y obscura como suelen serlo aquéllos. Por el contrario, todo su interior denotaba alegría, bienestar y elegancia.

Pero temía exponer sus gustos de «hombre rancio», acordándose de las burlas del príncipe y de Castro. Estos preferían el parque, lo que el coronel llamaba en sus adentros el «jardín salvaje». Habían aprovechado los vetustos olivos existentes en el promontorio como base de este parque.

Los vetustos reglamentos especiales de las pescas ribereñas no son adaptables para la navegación moderna. Requiérese un código común de las naciones, aplicable á todos los mares, un código que regularice no tan sólo las relaciones del hombre con el hombre, sino las del hombre con los animales.

Hay una diminuta catedral, una microscópica obispalía, vetustos caserones con la portalada redonda y zaguanes sombríos, conventos de monjas, conventos de frailes. A la entrada de la ciudad, lindando con la huerta, los jesuitas anidan en un palacio plateresco; arriba, en lo alto del monte, dominando el poblado, el Seminario muestra su inmensa mole.

Mi hermana deseaba que la presentación tuviera lugar en mi casa, por haber en ella amplios salones y ser el hogar tradicional de la familia, donde tuvieron lugar memorables fiestas en los antiguos tiempos de la castiza sociedad porteña. Nosotras, nuestra madre, nuestra abuela, tres generaciones femeninas, en una palabra, fueron presentadas al mundo en estos vetustos salones.

La emoción con que un sacerdote místico abre el sagrario donde se guarda el Sacramento no es comparable al gozo inefable y al respeto con que D.ª Robustiana abría las puertas de aquellos grandes, vetustos armatostes de nogal, donde se guardaba la ropa blanca de la noble casa de Ramírez del Valle.

Perniciosa melancolía, nacida tal vez en mi alma cuando viví lejos de mi familia, condenado a las soledades de un colegio, cuyos claustros vetustos entenebrecieron mi espíritu; melancolía que me arrastra a los campos y a la espesura de los bosques, para extasiarme largas horas ante el espectáculo deslumbrador, a orillas de laguna adormecida, escondido entre los juncos; o para abismarme en la contemplación de una flor desconocida, modesta y rústica beldad.

Palabra del Dia

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