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Actualizado: 14 de septiembre de 2025
Ni quiero ni debo, replicó el vetusto y secular ermitaño; pero sí os diré lo que la carta contiene de interesante para vosotras, y os lo diré en brevísimas palabras, sin pararme en dibujos, porque los momentos de mi vida están contados y mi muerte se acerca.
Pero entretanto había que hacer economías, y si Minghetti permaneció en el hotel Principal, aunque tampoco pagaba bien, por privilegio misterioso tolerado, Serafina y Julio tuvieron que reducirse a instalar sus personas y baúles en la mediana hospedería que, con el nombre de Fonda de la Oliva, sustentaba, con grandes apuros, el dueño del vetusto café del mismo nombre.
Al lavarse en una palangana estudiantil, angosta y pobre, Febrer tuvo un gesto de tristeza. «¡Ah, miseria!...» Le faltaban las más rudimentarias comodidades en aquella casa de un lujo señorial y vetusto que los ricos modernos no podían improvisar.
Por la noche, a buena horita, me encerraba yo en mi cuarto, metíame en la cama, y me ponía a leer. Leía yo páginas y páginas, sin parar mientes en los conceptos. En un vetusto armario me hallé varios libros: una Historia de Napoleón; no recuerdo qué obra clásica de arte militar, y ¡oh dicha! dos o tres volúmenes de Walter Scott. Tomé uno, «La Novia de Lammermoor». En pocas noches le dí fin.
Por el mismo estilo se habían salvado de completa ruina las urnas de santos y las cornucopias, que por no tener ya en sus cristales sino irregulares manchas de azogue parecían una colección de mapas geográficos. Lo nuevo, que era muy humilde, consistía en sillas de paja, cortinas de percal, ruedos de estera de colores; pero alegraba la casa y su vetusto matalotaje.
Apegados al vetusto arte ojival, ya convertido en rutina, acostumbrados á renunciar á toda direccion ante la petulante práctica de las corporaciones de oficios, cada una de las cuales se apropiaba el derecho de decidir por sí del carácter é importancia de su obra particular sin consideracion al conjunto; despojados en cierto modo de la responsabilidad de sus trazas por la costumbre ya generalmente establecida por los prelados, cabildos y señores, de entenderse por separado con los gremios de oficios y ajustar con ellos la obra que apetecian; ni sentían los arquitectos la dignidad de su profesion, ni eran ya propiamente hablando tales arquitectos.
Por milésima vez, don Alejandro dirigió la mirada hacia el ángulo de la estancia, y se extremeció al ver que el cofre se hallaba abierto. La pesada tapa descansaba contra el muro, dejando ver el vetusto y complicado mecanismo de su cerradura. Mucho tiempo permaneció el anciano sin poder apartar de aquel sitio los espantados ojos.
Un poco más allá vio la columnata del vetusto cenador derruido, atravesó el puente brincando sobre los agujeros que habían dejado las piedras desprendidas y se sentó entre la maleza de los espinos y acacias que lo envolvían. Se acordó del último banquete que allí se había celebrado. ¡Qué feliz, qué inocente era entonces! ¡Cuán poco podía presumir lo que le aguardaba!
Al observar el interior de la ciudad todas las construcciones presentan un aspecto que contrasta mucho con la frescura y lozanía de las campiñas circunvecinas: Ambéres, cuya poblacion no baja de 109,000 habitantes, y que en el siglo XVI llegó á contar hasta 200,000, es un vasto enjambre de cuadras enteramente desiguales é irregulares, calle y callejuelas tortuosas, estrechas, dislocadas en laberintos extravagantes, casi todas húmedas y sucias, muy mal empedradas y de aspecto por lo comun triste y vetusto.
Un cerdo, de rato en rato, pasa gruñendo; calla, se detiene y hociquea en las aguas sucias un momento; gruñe de nuevo y avanza otra vez con un corto trotecillo nervioso... Desemboco en una anchurosa plaza formada por viviendas terreras y tapias de corrales, cerrada por la enorme masa rojiza de un convento. Me siento en una piedra y contemplo un instante el vetusto monasterio.
Palabra del Dia
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