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Actualizado: 28 de julio de 2025
¡No me pegue usted, señor Pedro, que yo no he tenido culpa! Fué ella quien me mandó á llamar. El guapo sonrió y repuso cariñosamente: No temas, querido, ninguna gana tengo de pegarte... Al contrario, deseaba verte y charlar contigo un rato...
¡Cómo! ese horrible destino.... Es mil veces menos horrible que pasar un día sin verte, sin decirte: Yo te adoro... murmuró con los dientes apretados, y dejándose resbalar, estremecida, a sus pies. ¿Lo quieres tú? adiós, pues contestó ella con un profundo suspiro.
Pero, muchacha, eso que dices no es apagar el fuego, sino echarle leña para que arda más. Si han de murmurar como uno al verte con el vestido nuevo, murmurarán como dos al ver con levita nueva a don Paco. Pues que murmuren.
Todo se arreglará indicó doña Lupe en tono conciliador , si consigo quitarte de la cabeza esas humaredas. Porque tú tienes sentimientos honrados, tienes buen juicio... Pero siéntate. Me da fatiga de verte en pie.
La dama elegante, de gesto altivo e irónico, tomaba en la intimidad un aspecto de paje. Después él se veía de pie, yendo hacia ella, con la voz ronca y temblona de emoción. «¡Paje adorado!... ¡Y no verte más! ¡Perderte dentro de poco!...»
¡Sí! ¡terrible, muy terrible! pero del mismo modo que nosotros la sufrimos, es necesario que otros la sufran. Es necesario que nos venguemos. ¡Y cómo! ¡cómo! exclamó Dorotea. Primero, oye... don Juan vendrá á verte. ¡A verme! exclamó la joven poniéndose densamente pálida. ¿Ha obtenido algo de ti? No.
Todos se alzan del asiento, excepto la señora de Calderón, en cuyo rostro parado se dibujó una vaga sonrisa de placer. ¡Ah, Clementina! ¡Qué milagro el verte por aquí, mujer! La dama se adelantó sonriente, y mientras besaba a las señoras y daba la mano a los caballeros, respondía a la cariñosa reprensión de su cuñada. ¡Anda!
¡Tú! exclamó Urbide . ¿De dónde sales con ese uniforme? ¿Qué has hecho en todo en todo el día de ayer? Estaba intranquilo. ¿Qué pasa? Todo lo contaré. ¿Tienes el coche? Sí, pero... Nada, tráetelo en seguida, lo más pronto que puedas. Pero a escape. Martín se sentó a la mesa y escribió con lápiz en un papel: «Querida hermana. Necesito verte. Estoy herido, gravísimo.
1133 Y es misterio tan projundo lo que está por suceder, que no me debo meter a echarla aquí de adivino; lo que decida el destino después lo habran de saber. MARTÍN FIERRO 1134 al fin cerrastes el pico después de tanto charlar; ya empezaba a maliciar, al verte tan entonao, que traías un embuchao y no lo querías largar.
He venido sólo por verte decía don José, recalcando el honor que le concedía con su visita . ¿Pero qué son esas prisas? ¿No estás bien, querido Quico? Te he recomendado al gobernador de la provincia; la Guardia civil nada te dice... ¿qué te falta?
Palabra del Dia
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