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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Involuntariamente la Tribuna bajó la voz, y al cruzar por delante del pórtico se santiguó, sin darse cuenta de lo que hacía, y reportó y contuvo el paso. Ana iba a aprovechar la coyuntura para hacer a la determinada Tribuna mil reflexiones, a tiempo que un oficial, que volvía de la plaza de la Fruta, cruzó casi rozándose con ellas y sin verlas, cantando entre dientes no sé qué polca o pasodoble.
Ofreciéronsele en esto a la vista de don Quijote las estrañas narices del escudero, y no se admiró menos de verlas que Sancho; tanto, que le juzgó por algún monstro, o por hombre nuevo y de aquellos que no se usan en el mundo.
Gustaba el guapo de prodigar galanterías, de festejar á cuantas mujeres hablaba; pero hallaba justo que estas mujeres se mostrasen lisonjeadas, quería verlas ruborizadas, adivinar que le hallaban de su gusto: avezado estaba á ello. Con Paca no sucedió lo mismo.
Altos y elegantes chopos ceñían las bien cultivadas llanuras, verdes e iguales, a manera de un collar de esmeraldas. De entre el blanco y limpio caserío se destacaban las torres de los campanarios. Lucía se signaba al verlas. Al pasar por delante de Vitoria un recuerdo acudió a su mente. Se lo trajeron las largas alamedas que adornan y cercan la ciudad.
Es decir, por ahora está sin formar, ¿eh? y el capitán abría y cerraba las dos manos como dibujando en el aire unos contornos mujeriles . Pero yo no necesito verlas cuando se completan, hombre; yo las huelo antes, amigo Baltasar. Soy perro viejo, ¿eh? Dentro de un par de años... y Borrén hizo otro gesto expresivo cual si se relamiese.
Estas Amazonas solo tienen un pecho ó teta: sus maridos van á verlas tres ó cuatro veces al año; si paren varon, se lo envian á su padre; si es hembra, la guardan, y le queman el pecho derecho para que pueda usar bien el arco y armas en las guerras con sus enemigos, porque son mugeres belicosas.
No bajaban a comer en la mesa redonda, sino que lo hacían en su cuarto. Lo mismo los suyos que el mío, tenían la salida a un corredor abierto que daba sobre el patio. La tarde del mismo día en que llegué, volví a verlas en la galería de las aguas, y las saludé con mucha cortesía. Me contestaron igualmente, y observé que la hermana San Sulpicio me dirigió una franca sonrisa muy amable.
Uno dellos le respondió: -Señor, debajo destos lienzos están unas imágines de relieve y entabladura que han de servir en un retablo que hacemos en nuestra aldea; llevámoslas cubiertas, porque no se desfloren, y en hombros, porque no se quiebren. -Si sois servidos -respondió don Quijote-, holgaría de verlas, pues imágines que con tanto recato se llevan, sin duda deben de ser buenas.
Comenzó a hacer apuntes, bocetos, manchas de color, y ya iba dando vida real a los pensamientos soñados en el delirio creador, cuando el deán cayó enfermo, sin llegar a ver nada de lo que el artista había hecho. Entonces Molina, para trabajar a gusto, decidió no recibir a nadie hasta tener las cuatro figuras acabadas: nadie había de verlas mientras no las viese el señor deán.
Pasaban de trescientas, entre galeras, naos y galeazas, las naves de la Liga, y tan bien aprestadas, que sólo con verlas se podía tener por segura la victoria. Allí iba también la galera Marquesa, con las que mandaba el general Andrea Doria, y en ella, muy doliente aún, nuestro Miguel de Cervantes.
Palabra del Dia
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