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Es verdad que Escipión era un guerrero que hizo matar y mató muchos hombres honrados que defendían su patria contra la invasora Roma y saqueó é incendió muchas ciudades; pero á pesar de sus crímenes, que son los de todos los enemigos del hombre, no era un conquistador vulgar, puesto que en vez de exhibirse orgullosamente en actitud majestuosa entre sus conciudadanos, no se creía rebajado divirtiéndose como un niño de aldea, y se entretenía arrojando pedazos de madera al agua y lanzando piedras llanas sobre la superficie para verlas resbalar y saltar por encima del arroyo.

Dígotelo, porque al fin vas, ¡caray! vas, , señor, y sin grandes resistencias, y hasta llevas esas pinturillas contigo... ¡bien llevadas, muy bien llevadas! eso es; muy bien llevadas, por lo mismo que te las han pedido y desean verlas... Yo pensé... ¡ahí tienes!... que no te prestarías a ello, porque hasta de las has escondido siempre, por esas rarezas, ¡caray! que nunca he podido explicarme... eso es... Pero la fuerza de las cosas ha querido que el león se te vaya a la mano; y, como te decía antes, no te ha parecido tan fiero como visto a larga distancia... eso es... y ya te das a partido, ¡caray!

Tomé una ligera colación poco antes de mediodía, y habiéndome despedido de la buena mujer y sus hijas, prometiendo volver a verlas a mi regreso, comencé el ascenso de la colina que lleva al castillo y desde éste al bosque de Zenda. Media hora de pausado andar me llevó a las puertas del castillo.

EL JUEZ. ¡En efecto! ELOY. Puede usted felicitarme tanto más cuanto que la señora Genvrain, sin que horripile, tampoco puede pasar por una belleza. Así, las señoritas subvencionadas no resultan ya tan atrayentes. ELOY. No tengo opinión sobre este asunto, porque nunca quise verlas de cerca.

A la mañana siguiente pude verlas en misa y hablé algunas palabras con ellas. En todo el día después no logré echarles la vista encima, ni en los pasillos de casa ni en el manantial. Al día siguiente, mientras estábamos bebiendo el agua, un coche las llevó a la estación para tomar el tren de Sevilla. A Sevilla.

La condesa d'Aulnoy, en la traducción antigua alemana de su obra , dice de él lo siguiente: «Este favorito compuso en su honor diversas comedias, que se representaron, acudiendo todos á verlas con empeño; y, á la verdad, ningún medio como éste para granjearse las simpatías de los españoles, aficionados más que ningún otro pueblo á este espectáculo, y dispuestos á gastarse su dinero en pagar un buen asiento á costa del hambre de su pobre mujer y de sus hijos

Maltrana le abandonó al pasar ante «el rincón de las cocotas». Le atrajo el verlas a casi todas con los sillones juntos, apretadas en torno de Madama Berta, la andariega veterana, cuyos consejos oían religiosamente en asuntos de América.

Mi espíritu veía reflejar en todo lo exterior su propia alegría. Corría por las calles con gran ansiedad, como si en un minuto quisiera verlas todas.

Ven á mis manos, armoniosa lira: Quiero cantar la gracia y la belleza, Que el entusiasmo que arde en mi cabeza Manda que cante á la beldad que inspira. No encuentro nombre que darle Y mi ardiente fantasía No tiene la poesía Que esa imágen tiene en . Cantaré sus perfecciones Mucho mas bellas al verlas, Mas si quereis comprenderlas A contemplarlas venid.

Serán un recuerdo de nuestro conocimiento, un testimonio de nuestra amistad que ahora empieza... Si esto queda aquí corre peligro de ser destruído. Los guerreros no están obligados á ser artistas. Yo guardaré estas preciosidades en Alemania, y usted podrá verlas cuando quiera. Ahora todos vamos á ser unos... Mi amigo el emperador se proclamará soberano de los franceses.