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Actualizado: 11 de junio de 2025
Siendo como sois sobrino del cocinero mayor del rey, y viniendo como vendréis por esta razón, con frecuencia, á palacio, me veréis de seguro. ¿Pero vos no haréis nada porque yo os vea? No respondió fríamente la dama. ¡Ah! perdonad, señora. Estáis perdonado; ahora sepamos: ¿habéis muerto á don Rodrigo Calderón? No lo sé, señora; sólo sé que le he tirado á muerte. ¿Os ha conocido don Rodrigo?
¡Ah! dijo Quevedo mirando , ¡ah corazón mío! ¡guarda, guarda y no latas tan fuerte, que te pueden oír! ¿Qué veis, que murmuráis, don Francisco? Veo á la condesa de Lemos que vela... y que llora. ¡Ah! ¿y no se os abre el corazón? Abriera yo mejor esta puerta. No quedará por eso si queréis; pero luego: seguidme y veréis más. ¿Y qué más veré?
Puede llamarse... se puede llamar con el nombre que mejor queráis; os aconsejo que no toméis jamás el nombre de una tapada, sino como un medio de entenderos con ella. ¿Pero no decís que la conocéis? Lo que prueba, pues tanto me preguntáis, que no la conocéis vos. ¡Ay! ¡no! ¿Os habéis ya enamorado? Lo confieso. Sin conocerla... Ahí veréis. ¿Por la voz, ó por el olor, ó por el bulto?
Al arma un dia se toca: alborotados A todos los vereis, porque asomaban El piloto mayor y los soldados, Que la nave sin guarda la dejaban. A todos los vereis amedrentados, Las damas y doncellas lamentaban, Los hombres desmayados, suspirando Andaban por la plaza divagando.
«Le manda su último artículo dijo el regente a sus amigos, acechando en la puerta de la farmacia . Ahora baja la cuerda con un dulce... Como anoche, lo mismo que anoche. Veréis, veréis la broma que le tengo preparada». Con nerviosa presteza fue a la rebotica y sacó del cajón un objeto del tamaño de una yema, blanco y de apariencia azucarada.
Enmudeció, perdió el sentido, quedó absorto y, finalmente, tan enamorado cual lo veréis en el discurso del cuento de mi desventura.
El descuido pasado nuestro ha sido El que os hace hablar de aquesa suerte; Mas ya ha llegado el tiempo, ya es venido, Do vereis nuestra gloria y vuestra muerte: CIPION.
¡Habla, villano! ¿Qué significa ese rumor? preguntó en buen castellano el señor de Fenton al tembloroso guía. ¡Ya sé dónde estamos! exclamó éste. El ejército acampa en aquel valle. Salgamos de esta cañada y desde esa altura que á la izquierda queda veréis las tiendas del rey.
Por su infinita comprensibilidad ideal, acostumbran las clasificaciones de la crítica a personificar en él el alegre escepticismo de los dilettanti que convierten en traje de máscara la capa del filósofo; pero si alguna vez intimáis dentro de su espíritu, veréis que la tolerancia vulgar de los escépticos se distingue de su tolerancia como la hospitalidad galante de un salón del verdadero sentimiento de la caridad.
-En casa os las mostraré, mujer -dijo Panza-, y por agora estad contenta, que, siendo Dios servido de que otra vez salgamos en viaje a buscar aventuras, vos me veréis presto conde o gobernador de una ínsula, y no de las de por ahí, sino la mejor que pueda hallarse. -Quiéralo así el cielo, marido mío; que bien lo habemos menester. Mas, decidme: ¿qué es eso de ínsulas, que no lo entiendo?
Palabra del Dia
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