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Actualizado: 18 de junio de 2025
Nada había podido apartarle del cumplimiento de su deber, y hasta había mostrado admirable entereza fuera de casa, donde la entereza, por grande que deba ser, basta con que dure un instante; pero en la casa, con la doméstica tiranía de una mujer dotada de voluntad de hierro, cuya presión es perpetua é incesante, D. Valentín no había sabido resistir, y había abdicado por completo.
Á los seis meses de la muerte de Doña Blanca, en pleno invierno, se reunían todas las noches en torno del hogar, en el piso alto de la casa del mayorazgo D. José López de Mendoza, á más de su mujer y de su hija Lucía, el Comendador D. Fadrique, el viudo D. Valentín, Clara y á veces el padre Jacinto.
Crimen espantoso es también la muerte de Valentín dada a mansalva por Fausto; pero era inevitable; se justifica estéticamente. Además, aquí se perdonaría cualquiera defecto en el poeta, en caso de que le hubiese, en gracia del carácter del rudo y honrado militar, hermano de Margarita.
Don Valentín, con el recuerdo del Comendador, que le traía á la imaginación mejores tiempos, cuando él estaba menos viejo y menos sumiso, se sentía, contra su costumbre, con ánimo de contradecir y no someterse del todo. Así es que dijo: ¡Válgame Dios, mujer, qué falta de caridad es esa! Eres injusta con nuestro antiguo amigo.
Nuestra buena pieza no obtuvo el premio y tuvo que contentarse con un accésit; y por cierto que armó un tumulto en la sala á causa de su traje y de las perlas que llevaba en las orejas. En aquella época la mantenía Salveneuse, que pegó de palos en el boulevard á Armando Valentín por haber escrito una crónica feroz contra su amiga.
Doña Blanca, que trataba siempre de V. y con el mayor cumplimiento á su señor marido cuando le echaba un sermón ó reprimenda, le habló así mientras Clara iba delante: Mil veces se lo tengo dicho á V., Sr. D. Valentín. Ese hombre, que V. se empeñó en introducir en casa, allá en Lima, es un libertino, impío y grosero.
El barco en cuanto alijaron un poco salió, porque según dice Valentín, el bajo era de arena; el pobre Bonifacio fue el que se quedó allí debajo del agua. Maximina, por supuesto, no sabe lo del tiro; cree que su padre se murió en Manila de enfermedad. Como se quedó sola sin padre ni madre, nosotros la recogimos del colegio donde estaba, y la hemos traído para casa. ¿Qué íbamos a hacer?
Creyó D. Valentín leer en ella el más profundo desdén, como si le acusase de una humillación estólida, de una bajeza infame; y creyó ver, al mismo tiempo, la ira y la prohibición imperiosa de que llevase á cabo lo que se había lanzado á ejecutar. El terror sobrecogió de tal suerte el ánimo de D. Valentín, que se paró, se quedó inmóvil de súbito, como si se hubiera convertido en piedra.
Esta mujer, con el auxilio de la religión, puede regenerarse y llegar á ser una santa; pero de quien niega á Dios ó le aborrece, del empedernido de toda la vida, ¿qué esperanza es lícito concebir? Clarita y D. Valentín se compungieron y amilanaron con el sermón de Doña Blanca, y nada supieron contestarle.
Una mañana, después de oir misa con D. Valentín, estuvo Doña Blanca á visitar á Doña Antonia y á felicitarla por la venida de su cuñado; y fué con tal tino, que no se hallaba el Comendador en casa. Ni antes ni después de esta visita se dejaron ver Doña Blanca y D. Valentín de sus vecinos y amigos. En balde intentó repetidas veces Lucía sacar á paseo á Clara.
Palabra del Dia
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