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Actualizado: 4 de junio de 2025
Llegábase á esto el vil interés de tal cual, que degenerando de la innata piedad de sus mayores, no hacía escrúpulo de apresar ya á este, ya al otro de aquellos pobres indios cristianos y reducirlos á miserable esclavitud.
Hubo lenguas y manos cortadas, cuerpos descuartizados, horca y garrote vil. Areche autorizó barbaridad y media. Con el suplicio del Inca, de su esposa doña Micaela, de sus hijos y hermanos, quedaron los revolucionarios sin un centro de unidad.
Con la vil humildad de todo enamorado en desgracia, fue al poco rato tras de ella, a pesar de las sugestiones de una falsa energía que le aconsejaba mostrarse altivo e indiferente. Sus piernas le llevaron con irresistible impulso a las cercanías del salón, y contempló a Maud con los naipes en la mano, el entrecejo fruncido y la mirada dura ante sus compañeros de juego.
Eran maestros de todo, Inventores de los trajes, De las galas, de los motes, Y de otras ilustres partes. No sirvió dama ninguno Que su favor no alcanzase, Ni dama llamarse pudo Sin galán abencerraje. Pero la envidia y fortuna, Una vil y otra mudable, Los derribaron al suelo: Que siempre los altos caen.
Espiraba el mes de Marzo de 1810, y segun estaba convenido, el marqués del Toro, coronel del batallon miliciano de los valles de Aragua, debia señalar la entrada del de Abril apoderándose por sorpresa del capitan general, quien noticioso del proyecto, merced á un vil denunciador, dió un golpe de mano á los conspiradores.
Un diálogo entre ambos sobre tan infame asunto sería monstruoso. Valdría más matarla sin hablarle de la razón que para matarla tengo. »He huído de casa suponiendo que tú me llamabas. Ella me cree en ese lugar. En casa no sé qué hubiera yo hecho. Quizá alguna acción indigna. Quizá hubiera llorado y me hubiera quejado como vil. Quizá la hubiera maltratado como verdugo.
Pero como Elena esperaba desde mucho antes este ataque, le fué fácil repelerlo avanzando sus dos manos enérgicamente, á la vez que decía: Eso equivale á quererme hacer pagar el alquiler de la casa, como un vil comerciante. En tal caso, ya no hay regalo. ¡Y yo que le creía á usted un gentleman!... Sintió cierta lástima al darse cuenta de la confusión de Pirovani.
Tanto más, cuanto que esta vil seducción parecería inspirarse en una especulación abominable. ¿No se sospecharía que quiero adueñarme de la fábrica de cristales y convertirme en el sucesor de tu padre, solicitando la mano de tu hermana? ¡Eres intratable! Soy sensato. Tu hermana puede aspirar a todo. ¿Quién soy yo para ella?
No bastaba la fuerza de sufrir en silencio, ni el refugiarse en la vida interior; necesitaba del mundo, un asilo. Sabía que estaba muy pobre. Su padre, pocos meses antes de morir, había vendido a vil precio a sus hermanas el palacio de Vetusta. Aquel era el último resto de su herencia. El producto de tan mala venta había servido para pagar deudas antiguas. Pero quedaban otras.
Convencido de que su triste situación no tenía remedio, se había sumido en ella con una calma fatalista. El embrutecimiento del continuo trabajo borraba todos sus conatos de rebeldía. Después de haber sido arrastrado y maltratado por las máquinas voladoras, ya no despreciaba á los pigmeos y tenía por menos vil la esclavitud á que le habían sometido.
Palabra del Dia
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