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Actualizado: 26 de junio de 2025
Al pasar junto al balneario de Cestona acometióle otro ligero desvanecimiento, y Leopoldina Pastor, que unía siempre algún rasgo de locura a los impulsos de su corazón, realmente bueno y compasivo, empeñóse en hacerle beber un par de vasitos de aquellas famosas aguas medicinales.
Procedían éstas de todos los objetos, de todas las ilusiones, de todos los recuerdos, de mil fuentes diversas que manaban á un tiempo una corriente sin fin. Vínole al pensamiento no sé qué fragmento de historia, con el cual se unía la imagen de un obispo de Astorga, tan testarudo clérigo como intrépido soldado.
Si su persona y su carácter no desagradaban a la jovencita, ¿qué importaba la diferencia de edad? ¿La experiencia que había adquirido con los años, no hacía de él un partido más conveniente que tantos otros?... Pero sobre todo, la amistad que lo unía al padre, ¿no era una garantía de que consagraría toda su vida a hacer feliz a la hija?
Representáronsele además las siniestras figuras de las señoras de Porreño; y en su soñar disparatado, lo parecía que aquellas tres figuras crecían, crecían hasta tocar las nubes y ocupaban todo el espacio: Salomé como una columna que sustentaba el cielo; Paz, como nube gigantesca que unía el Oriente con el Ocaso.
»Jaime Evrard entró en un regimiento que estaba de guarnición en Saumur. En aquella época mi padre era aún muy joven, de una figura arrogante y simpática, de un valor a toda prueba, y a esto unía gran número de esos talentos agradables que abren a los que los poseen las puertas de todas las sociedades.
Salvador ignoraba que Carmen unía siempre a la idea de la muerte la aparición del ave fatídica; pero al notar el entristecimiento de su semblante, adivinador y cuidadoso, le dijo, como quien cuenta una infantil conseja: Ya no volverá la nétigua nunca a volar sobre tu jardín. Yo la maté, ¿no sabes?, con mi escopeta cazadora, desde el balcón de mi cuarto.
Esta atención anhelante embarazaba a la esposa de Osorio, le hacía experimentar una turbación que, aunque leve, no dejaba algunas veces de ser visible. A medida que la enfermedad avanzaba, este afán de D.ª Carmen fué aumentando hasta convertirse en manía. Clementina representaba en la soledad moral en que vivía el único lazo de amor que la unía a la tierra.
A su decepción se unía el dolor del orgullo herido. ¡El que se había imaginado cosas tan distintas para cuando se viesen por primera vez á solas!... Freya se apiadó de su tristeza. No sea usted niño... Eso pasará. Piense en sus negocios, piense en su familia, que le espera allá en España. Además, el mundo está lleno de mujeres: yo no soy la única. Pero Ferragut la interrumpió.
La magna cuestión de la herencia los unía momentáneamente. Clementina visitaba mañana y tarde a su padre. Osorio también iba con frecuencia al palacio de Requena. Uno y otro prodigaban al viejo mil atenciones, compadecían su soledad, le mimaban. Había en su comportamiento cierta familiaridad afectuosa que cuadraba muy bien a unos hijos que van a proteger la venerable ancianidad de un padre.
Ya se paraban a hablar con doña Antonia, la guardarropa, que corría las persianas y regaba sus tiestos; ya se les unía alguna distinguida persona de la vecindad, la señora del secretario del Rey, la hermana del mayordomo segundo, el inspector general con su hija, y paseaban juntos conversando frívolamente.
Palabra del Dia
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