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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Muchos naturales del país se habían encontrado con los dos dioses cuando llevaban sus arrias por los desfiladeros de los Andes; pero siempre ocurría tal encuentro en días de tempestad, como si los dioses sólo pudieran dejarse ver á la luz de los relámpagos y acompañados por los truenos que ruedan con un estallido interminable de montaña en montaña y de valle en valle.
A las siete de la tarde, mientras el sol se iba ocultando en el horizonte, comenzaban a oírse hacia el Sur los primeros truenos, y algún que otro relámpago iluminaba aquella masa de vapores. El viento arreció de pronto, silbando entre la arboladura de la nave y levantando las olas, que se precipitaban unas sobre otras con roncos mugidos.
El uno insinúa: «Podría ser»; el otro añade: «Se dice»; un tercero agrega: «Ocurrió asi», y el último asegura: «Lo he visto....» De este modo se va formando la historia, que es el folletín de las personas serias. Según la gente de mi pueblo, la indolencia mía ha sido de esas extraordinarias: borrascas, tempestades, rayos, truenos, nada ha logrado sacarme de mi pasividad habitual.
No hubo truenos, ni combates entre las nubes, ni el mar se desgarró. De improviso, una gran tinta cenicienta cerró el horizonte por todos lados; nos vimos envueltos en aquel fúnebre sudario, sin quedar por eso completamente á obscuras, y descubriendo un mar aplomado y blanquizco, aborrecible y desolador por su monotonía furiosa, sin entonar más que una nota.
Habla lentamente y con una hermosa voz gutural. De vez en cuando entreabre el albornoz y muestra, pegado al pecho, el brazo izquierdo arrebujado en trapos ensangrentados. Tan pronto como llego a la calle, estalla una violenta tempestad. Lluvia, truenos, relámpagos, viento siroco... Pronto, a refugiarse en cualquier sitio.
Siguieron los ejercicios corporales; el ruido del agua, la luz de los relámpagos, los truenos lejanos, la obscuridad ambiente, los vapores de la comida, la estrechez del corredor, todo los animaba, los arrojaba a la alegría aldeana, a los juegos brutales de la lascivia subrepticia, moderados en ellos por instintos de la educación.
Tuvo el Perú la visita del sabio Humboldt, y en Lima se experimentó una noche el alarmante fenómeno de haberse oído con claridad muchos truenos. En esa época se plantaron los árboles de la Alameda de Acho.
De pronto el huracán cien y cien truenos retemblando sacude, y mil rayos cruzaron, y el suelo y las montañas a su estampido horrísono temblaron. Y envuelta en humo la feroz fantasma, huyó, los brazos hacia mí tendiendo. «¡Véngame!» dijo, y se lanzó a las nubes; «¡Véngame!» por los aires repitiendo.
Una noche de relámpagos y truenos, cuando la guarnición, compuesta en su mayor parte de italianos al servicio de España, dormía sin cuidado, la sorprendieron, la desarmaron, después de matar á algunos que pretendían resistirse, y acabaron por enviarla cortésmente al virrey español de Milán con la noticia de que la alianza quedaba rota para siempre.
Completaban su tocado el lindo adorno que ella inventó y al que dio su nombre de guerra, llamándole La Caramba, y una mantilla blanca de preciosa y ligera blonda de Almagro. De repente se obscureció el cielo; se levantó terrible tempestad; el aire silbaba y formaba remolinos; deslumbraban los relámpagos, y los truenos espantosos ensordecían y aterraban.
Palabra del Dia
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