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Actualizado: 16 de junio de 2025
Y con el sobresalto se le cayó la vela de las manos; y, viéndose a escuras, volvió las espaldas para irse, y con el miedo tropezó en sus faldas y dio consigo una gran caída. Don Quijote, temeroso, comenzó a decir: -Conjúrote, fantasma, o lo que eres, que me digas quién eres, y que me digas qué es lo que de mí quieres.
Dice al principio que pone letras Visayas; luego, que por tener que conformarse con los moldes, ha puesto las Tagalas! La razon que le decide á poner los caracteres segun estos últimos es muy singular: dichosamente no se tropezó con moldes chinos ó hebreos!
Después de pasar muchas horas sollozando y pidiendo fuerzas a Dios para soportar su desdicha, resolviose a implorar la caridad; pero todavía quiso el infeliz disfrazar la humillación, y decidió cantar por las calles de noche solamente. Poseía una voz regular, y conocía a la perfección el arte del canto; mas tropezó con la dificultad de no tener medio de acompañarse.
Con quien primero tropezó fué con éste, quien le recibió con alguna confusión y vergüenza, como si el pobre tuviese alguna parte en la desgracia que pesaba sobre Gonzalo. Don Melchor estuvo un poco frío con él, no intencionalmente, sino por el anhelo que tenía de ver a su sobrino. Don Rosendo le condujo hasta la puerta de su cuarto, y allí le dejó. El señor de las Cuevas llamó con los nudillos.
Esto consistía en que el duque acababa de llegar á la ligera desde Madrid al Escorial, cuando se tropezó en la galería obscura con la duquesa, y después de su crimen, para no dar sospechas, se había vuelto á Madrid sin ver al rey. De modo que la duquesa no podía sospechar siquiera que el duque de Osuna hubiese sido el reo de aquella enormidad.
Y sobre esto último pensó mucho Cristeta, porque el teatro y el arte que ella se había fingido leyendo dramas y comedias en la trastienda del estanco o apoyada de codos en el mostrador, no eran el arte y el teatro que la realidad le presentaba. Soñó con una vida toda poesía y encanto, y tropezó con una existencia llena de vulgaridad y desilusión.
Tal inquietud subió de punto y se convirtió en miedo cuando supo que Antonio y María, después de una escandalosa reyerta en que se arañaron y apalearon, habían concluído por separarse: él se quedó en casa y ella se fué á la de su hermana. Justamente acababa de recibir la noticia cuando tropezó en la calle con Manolo Uceda. Andaba éste retraído hacía algún tiempo.
El suceso fué un bien asentado golpe de revés en la pecadora boca, que dió con el orador y su elocuencia en tierra, y volviéndose el caído y todo el concurso a ver de qué mano se había disparado el ballestazo, vieron salir por delante de todos el airado cuanto venerable Gerif, quien buscando con la vista al alcalde para encomendarle sus quejas, así como tropezó con él, así le dijo: No creyera yo que donde estáis vos tomara, en son de reprimenda, la palabra persona tan mezquina de condición como de menos valer por su ejercicio, y tanto más tratándose de agravio con persona de mi calidad.
La muchedumbre sin armas, herida á mansalva desde aquella altura, rugía impotente, y en un arranque de desesperación, intentó arrojarse al asalto del templo, pero tropezó con un obstáculo que acababa de interponerse entre los dos bandos, una barrera azul y roja en la que brillaban cañones de fusil y correajes lustrosos.
Sin duda Ramón estaba en casa aún. Miró el reloj. No eran más que las dos y media. Dirigióse a paso largo hacia la casa de su suegro, en la Rúa Nueva, mas cuando hubo dado unos pasos, advirtió que iba sin sombrero y de frac. Volvióse al Liceo. Al primer criado con quien tropezó en la escalera, le pidió que le bajase el sombrero y el abrigo. Cuando llegó a casa, Ramón estaba enganchando ya.
Palabra del Dia
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