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Actualizado: 23 de octubre de 2025
Treinta hombres de cráneos rapados y largas trenzas en la nuca, piel amarilla, ojos oblicuos, medio desnudos varios de ellos y otros vestidos con anchas túnicas y calzones, también anchos, de tela floreada, estaban alineados en la borda de la nave, con las cuerdas de maniobras entre las manos, dispuestos a orientar las velas a la primera orden.
España tenía once mil conventos, con más de cien mil frailes y cuarenta mil monjas, y a esto había que añadir ciento sesenta y ocho mil sacerdotes y los innumerable servidores dependientes de la Iglesia, como alguaciles, familiares, carceleros y escribanos del Santo Oficio, sacristanes, mayordomos, buleros, santeros, ermitaños, demandaderos, seises, cantores, legos, novicios, ¡y qué sé yo cuánta gente más...! En cambio, la nación, desde treinta millones de habitantes, había bajado a siete millones en poco más de dos siglos.
10 Entonces mandó el rey al mismo Ebed-melec etíope, diciendo: Toma en tu poder treinta hombres de aquí, y haz sacar a Jeremías profeta de la mazmorra, antes que muera. Y lo hizo así Jeremías. 13 Y sacaron a Jeremías con sogas, y lo subieron de la mazmorra; y quedó Jeremías en el patio de la guarda.
Pero ya te arreglaré yo, país de las monas. ¿Cómo te llamas? Te llamas Envidiópolis, la ciudad sin alturas; y como eres puro suelo, simpatizas con todo lo que cae... ¿Cuánto va? Diez millones, veinticuatro millones, ciento sesenta y siete millones, doscientas treinta y tres mil cuatrocientas doce pesetas con setenta y cinco céntimos...; esa es la cantidad.
42 Y era Josafat de treinta y cinco años cuando comenzó a reinar, y reinó veinticinco años en Jerusalén. 43 Y anduvo en todo el camino de Asa su padre, sin declinar de él, haciendo lo recto en los ojos del SE
¡Treinta y nueve! ¡gané!... ¡Vengan los monacos!... ¿Quién quiere jugar conmigo todavía? ¿Tú, Jorge? ¡Vamos de una vez! Entonces me fui. Cuando, con la mesura del caso, hube informado a las damas de la casa, ellas se contentaron con mirarse una a la otra, en silencio; luego bajaron por la escalera de servicio al patio, donde nos esperaba ya el carruaje.
Debajo de la pintura está visible la realidad; y el aparentar treinta años, cuando se tiene cincuenta, sólo revela que los veinte de diferencia no han dejado en nuestro espíritu la gravedad de pensamiento que da el tiempo. La impresión de ridiculez que nos produce una vieja pintada dimana de que sus ideas no concuerdan con el reposo y la serenidad correspondientes a los años que tiene.
39 Selec amonita, Naharai beerotita, escudero de Joab hijo de Sarvia; 40 Ira itrita, Gareb itrita; 41 Urías heteo, Zabad hijo de Ahlai; 42 Adina hijo de Siza rubenita, príncipe de los rubenitas, y con él treinta; 43 Hanán hijo de Maaca, y Josafat mitnita; 44 Uzías astarotita, Sama y Jehiel hijos de Hotam aroerita; 45 Jediael hijo de Simri, y Joha su hermano, tizita;
Habla, que nos tienes con el alma en un hilo dijo don Quintín. Si creen ustedes que hago lo que voy a hacer por no estar a las duras, como he estado a las maduras, que se les quite eso de la cabeza. Yo seguiré ayudándoles a ustedes en lo que pueda; por de pronto, aquí están estos treinta duros para la mudanza.
Se puso a escribir largo el hombre de La Edad de Oro, como quien escribe una carta de cariño para persona a quien quiere mucho, y sucedió que escribió más de lo que cabía en las treinta y dos páginas.
Palabra del Dia
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