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Actualizado: 23 de octubre de 2025
Á los treinta años se casó su abuela, á los treinta años me casé yo, y si mi hija piensa otra cosa, puede hacer cuenta que no tiene madre. Al decir esto, aproximaba su asiento al de la muchacha, como si temiera que alguno viniese á robársela. Pero advertí que mientras que la madre hablaba, la hija se reia.
Creí que el conde se iba a detener allí; pero franqueó la fila de los curiosos, y sólo hizo alto a veinte o treinta varas de las fieras, que no lo parecían, a juzgar por su actitud tranquila; unos, acostados sobre los brazos, rumiando, con sosiego; otros, fijos sobre las cuatro patas, inmóviles, abstraídos quizá en alguna meditación sangrienta.
Era un hombre de veintiocho a treinta años, de estatura más que regular, delgado, rostro fino y correcto, sonrosado en los pómulos, bigote retorcido, perilla apuntada y los cabellos negros y partidos por el medio con una raya cuidadosamente trazada. Guardaba semejanza con esos soldaditos de papel con que juegan los niños; esto es, era de un tipo militar afeminado.
Su máscara de misantropía y aquella displicencia de genio perseguido eran natural consecuencia de haber llegado al medio siglo sin encontrar su asiento, pues treinta años de tentativas y de fracasos son para abatir el ánimo más entero.
Desde allí iremos a las islas Arrú, que son las más frecuentadas por nuestros compatriotas y los pescadores de trépang. No debemos de estar a más de veinte o treinta leguas del río, y quizás podamos llegar a sus orillas dentro de seis o siete días. ¡Buena idea, Capitán! exclamó Van-Horn. ¿Y no podríamos costear la Isla, evitando así el penetrar en los bosques? preguntó Cornelio.
Si la de Bringas se comprometía a devolverla los mil y setecientos reales en el plazo de treinta días, ningún inconveniente había en facilitárselos. Al contrario, él tenía muchísimo gusto... ¡Un mes!, ¡qué dicha!
Yo no tengo duda en asegurar que, aun a los principios, no bajarían los aumentos anuales, en los treinta pueblos de la provincia, de 300.000 pesos, y sobre esta suma he de fundar el arreglo del gobierno, así general de la provincia como particular de cada pueblo.
El nuestro tira á encarnado, dixo el Sirio, y tenemos treinta y nueve colores primitivos. En todos quantos he exâminado, no he hallado un sol que se parezca á otro, como no se vé en vuestro planeta una cara que no se diferencie de todas las demás.
29 Contarás los hijos de Merari por sus familias, por las casas de sus padres. 30 Desde el de edad de treinta años arriba hasta el de cincuenta años, los contarás; todos los que entran en compañía, para hacer obra en el tabernáculo del testimonio.
Como andaban de priesa estos extrangeros, diéron la vuelta al globo en treinta y seis horas: verdad es que el sol, ó por mejor decir la tierra, hace el mismo viage en un dia; pero hemos de reparar que es cosa mas fácil girar sobre su exe que anclar á pié.
Palabra del Dia
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