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Actualizado: 25 de junio de 2025
Aresti sintió deseos de reír, viendo cómo se doblaban aquellos monigotes humanos que seguían con sus cuerpos el esfuerzo de los contendientes, fatigándose en un trabajo inútil, para transmitirles su energía. Transcurrieron algunos minutos. El Chiquito trabajaba más aprisa que su rival. Subía y bajaba la palanca con tanta rapidez que apenas se la veía.
El torero estaba pálido y apretaba los labios para ocultar sus impresiones. ¡Si creía el bandolero que iba a intimidarle!... En otra ocasión tal vez le habría dado miedo esta visita; pero ahora, teniendo arriba lo que tenía, sentíase capaz de pelear con él, como si fuese un toro, tan pronto como anunciase malos propósitos. Transcurrieron algunos instantes de silencio.
El ladrón sería algún descreído o espirt fort, de esos que pululan en este siglo del gas y del vapor, pensará el lector. Pues se lleva un chasco de marca. En aquellos tiempos una excomunión pesaba muchas toneladas en la conciencia. Tres años transcurrieron y la estaca no parecía.
Desde allí dominábamos toda la ciudad, el puerto hasta la punta de la atalaya, y el mar. Veíamos, a lo lejos, las lanchas cuando entraban y salían, y por delante de nuestra casa pasaba la diligencia de Elguea, que se detenía en la fonda próxima. En el mirador central de esta casita nuestra, transcurrieron los primeros años de mi infancia.
Va usted á conseguir que nos fusilen á todos. Y Simoulin dijo esto con tal expresión de angustia, que el comandante desistió de continuar. Pero el miedo sufrido hizo rencoroso al poeta. ¡Qué disparate! continuó diciendo . ¡Pero eso es una niñada sin objeto, impropia de su edad!... Y transcurrieron muchos días sin que el grande hombre le perdonase el susto pasado.
Pero transcurrieron los días y siguió callando, como si pasada la primera impresión de cólera, sólo le inspirasen desprecio aquellas contrariedades, y no quisiera turbar con nuevas querellas el bienestar animal que encontraba en su casa.
Dos lágrimas temblaron al fin en sus ojos y rodaron silenciosamente por sus mejillas marchitas. #Baile en el palacio de Requena.# Transcurrieron los días y los meses. Clementina pasó el verano, como siempre, en Biarritz. Raimundo la siguió, dejando a su hermana confiada a unos parientes, y regresó cuando aquélla a últimos de Septiembre.
Dispuso, además, que se entregasen a esta señora mensualmente dos mil reales para mis gastos, acumulando el resto de mi renta para engrosar el capital. Transcurrieron cuatro años, durante los cuales fue pagada puntualmente aquella suma. Luego, de pronto, un mes no nos dio más que la mitad, y al siguiente nada. Yo acababa de cumplir veinte años, y hacía uno que tenía novio.
Así fué; al mes siguiente, Edmundo Rostand, que trabaja muy de prisa, cumplía lo ofrecido, entregando á Claretie el manuscrito de «Les Romanesques». El poeta leyó su obra ante el Comité; la lectura duró una hora y quince minutos. Transcurrieron varios días sin que el fallo de aquél se conociese; molestado en su amor propio, Rostand reclamó de Claretie una contestación categórica.
Las monjas le apreciaban por «modosito y discreto», obsequiándole con golosinas. Cuando algún personaje visitaba el establecimiento, Maltrana salía de filas para ser presentado como el mejor producto de la institución. Así transcurrieron los años, amoldándose Isidro de tal modo a su nueva existencia, que sólo en los días de paseo se acordaba de que tenía una familia fuera del Hospicio.
Palabra del Dia
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