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Actualizado: 5 de junio de 2025
Por lo menos asumí una expresión capaz y busqué en mi memoria algunas de las frases que las venerables sibilas o los confesores dan ordinariamente como viático a los amantes desgraciados. Y él, como un gran niño que era, bebió esas tontas palabras de consuelo con la avidez de un hombre que se muere de sed. ¿Pero tendrá paciencia ella también? me preguntó, y parecía perder nuevamente el valor.
Cuando sus hermanitos y sus primos se fueron a jugar y la dejaron sola, ella preguntó a la niñera: Miss Mary, ¿cree usted que hay hadas? Sin entenderle, sin escucharla siquiera, miss Mary repuso: «Yes, my dear, yes». «¡Qué tontas son estas inglesas! pensó Lita.
¿Pero ustedes creen que a mí se me puede ocultar el gusto del arsénico?... dijo enteramente descompuesto, los ojos extraviados . Y no son tontas; ponen poca dosis... un centigramo, para irme matando lentamente... Y apuesto a que ha sido Ballester el que les ha dado el ácido arsenioso... porque también él está contra mí... ¿Qué infierno es este, Dios mío?...
Y tú no mucho... Piensas, no sin razón, que hay incompatibilidad de fortuna, y te abstienes de cuidados inútiles. Justamente respondió Francisca un poco dulcificada. Pero como todo el mundo sabe que deseo casarme, aprovechan la ocasión para colgarme una porción de historias a cual más tontas. Eso gusta a todo el mundo. Eso es precisamente lo que me indigna... ¡Ah!
Juanita se recobró pronto de su momentáneo abatimiento, y dijo: Mira, mamá, no me hables de las hijas del escribano. No las quiero mal. Si me miraban con descaro y con susto, fue de puro tontas. Pues, hija mía, no sé de qué habían de asustarse. En la menor no se reparaba, porque es tan chiquituela y consumida, que parece un gusarapo; pero la mayor bien llamativa estaba.
Yo en cambio sufro, comprendo toda la trivialidad que los mueve, la insignificancia de lo que sienten. Los muchachos como Castilla sólo pueden embobar a las tontas. Embobarlas y reírse de ellas. Reírse con razón, porque para llegar a formarse una ilusión sobre esos tilingos... Bueno, le interrumpió Raquel déjame con mis ilusiones y quédate con las tuyas.
«Pues á tí y á todas les digo que no me importa un rábano que no me paguéis hoy. ¡Vaya! ¿Cómo lo he de decir para que lo entiendan?... ¡Con que estando tu marido sin trabajar te iba yo á poner el dogal al cuello?... Yo sé que me pagarás cuando puedas, verdad? Porque lo que es intención de pagar, tú la tienes. Pues entonces, ¿á qué tanto enfurruñarse?... ¡Tontas, malas cabezas!
Vio anoche la propia figura de la Virgen». Mujer, quita allá. Mi palabra... Pregúntaselo a Belén. ¡Bah!, ni que fuéramos tontas... ¿La cara de la Virgen?... Vaya... Sería la de Nuestra Señora del Aguardiente.
¡Romo! ¡Romo! ¡Romo!, chato, nariz de rabadilla de pato cantó María con su magnífica voz. ¿Es posible, Mariquita le dijo Stein , que hagas caso de lo que dice Momo sólo por molerte? Son sus bromas tontas y groseras, pero sin malicia.
El Comendador se mostró consternado, se quedó mudo. El fraile añadió: Clarita es una santa. Allí la dejo cuidando á su madre. No sé para qué todas estas desazones. La chica está resuelta, firmemente resuelta. Todo es inútil. Bien hubiera podido evitarse tu endemoniada conversación con la madre. Tiempo es de evitar aún que te arruines á tontas y á locas.
Palabra del Dia
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