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Actualizado: 22 de octubre de 2025


Eran cosas de su mujer. «Si no había podido moralizarla a ella, mal había de moralizar a sus tertulios».

Nosotros nos quedábamos comentando la conversación de los tertulios, hasta que a las seis me iba yo a instalar en un asiento de la Plaza, para oir tocar a la señorita Fernández. Conviene saber que la familia Fernández era mal vista en la ciudad. Su cultura chocaba a los buenos budistas de Villaverde.

Mario convidó a sus amigos los tertulios del café del Siglo, Miguel Rivera, Adolfo Moreno, Llot, Oliveros, Romadonga y tres o cuatro compañeros de oficina: los señores de Sánchez, a varias distinguidas familias del comercio, y entre ellas a la del mismísimo presidente de la Liga de Productores, propietario de una gran fábrica de ladrillo refractario en las afueras de Madrid.

¿No tienes sueño aún, rica mía? dijo la dama trayéndola hacia y pasándole la mano tiernamente por los bucles de su cabellera. Los tertulios se interesaron vivamente por la criatura. Fue de uno a otro recibiendo caricias y pagándolas con afectuosos besos de despedida. Buenas noches, Josefina. Hasta mañana, rica. ¿Has sido buena hoy? ¿Te ha comprado tu madrina la muñeca que cierra los ojos?

Y dejando caer de nuevo la cabeza poblada de greñas sobre la butaca, cerró los ojos con soberano desprecio. Los tertulios del maestrante volvieron su atención al juego, sin dejar de reír. Pero el conde quedó muy pronto pensativo y distraído otra vez. Al cabo, no pudiendo reprimir el desasosiego de sus nervios, levantose de la silla. Vamos, D. Enrique, ocupe usted mi puesto.

Cuando María quedó sola y en pie frente a la tertulia, produjo como siempre un estremecimiento de admiración: «¡Qué hermosa, qué hermosa! ¡Esta chica cada día es más bonita! ¡Qué gusto exquisito tiene para vestirse! ¡Parece una reinaEstas y otras muchas frases laudatorias fueron las que se dijeron al oído los tertulios de los señores de Elorza.

Es verdad contestaba otro al cabo de un rato, llevándose el vaso a los labios. Ripalda parecía un buen sujeto afirmaba un tercero, después de cinco minutos, dejando el vaso sobre el mostrador y eructando. lo parecía replicaba otro gravemente. Transcurrían diez minutos de meditación. Los tertulios daban algunos cariñosos besos al vaso, que parecía de topacio.

D.ª Fredes era aficionadísima a la literatura, a la música y en general a todas las artes; se creía muy competente, y sus tertulios asiduos la creían también. Reuníanse en aquella casa los domingos varios poetas y poetisas, alguna de las cuales tocaba asimismo el piano.

Recibiéronle doña María y sus tertulios con la mayor cordialidad y agasajo, y él saludó a todos con afectado encogimiento.

La majestad de la señora, el aparato de que se rodeaba y las ideas extrañas que salían de su boca les hacía mirarse de vez en cuando llenos de estupor. Pero tanto y más que esto les impresionaba el respeto profundo que todos los tertulios la tributaban. De tal modo que, cuando por el gesto se conocía que iba a hablar, inmediatamente quedaba todo en silencio.

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