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Actualizado: 22 de octubre de 2025


Y al pensar en esto suspiraban los de la tienda de Cascos; de Cascos, que había muerto dejando a la viuda la herencia de los paños, de la clientela y de los tertulios ex románticos, ya todos demasiado entrados en años y en cuidados, y muchos en grasa, para pensar en sensiblerías trascendentales.

Cuando lanzaba una de esas miradas fugaces y vivas como un relámpago de estío, parecía que el alma se asomaba un instante á los ojos, poníase al tanto de todo y se entraba otra vez, y velozmente, en su retiro. Hablaba poco y sonreía á menudo. Los tertulios viejos de D. Marcelino no tenían boca bastante para elogiar su modestia y afabilidad.

Llegó asimismo a los oídos de los tertulios el eco de un sollozo. Por último, al cabo de buen rato se presentó de nuevo Carmelita, arrastrando los pies todavía más que su hermana, con los ojos resplandecientes de autoridad y el ademán majestuoso que conviene a los que necesitan dictar leyes a los seres que la Providencia les ha confiado.

En los largos intervalos de silencio se escuchaba el rumor solemne y misterioso del río, que corría en el fondo del valle, á unos cien pasos de la casa, y la lluvia que acompasadamente caía casi siempre sobre las hojas de los árboles produciendo fugaces temblores de frío en los tertulios.

Los ojos de Amalia se mostraban en tanto fríos, indiferentes; pero en sus labios había imperceptibles estremecimientos que revelaban el gozo cruel que sentía. En la tertulia reinó, mientras se efectuaba esta escena, un significativo silencio. Luego que Josefina hubo salido, la señora de Quiñones explicó a sus tertulios con naturalidad aquella mudanza.

Y si D. Marcelino no era exclusivo en la naturaleza y circunstancias de sus mercancías, fuerza es confesar que aún lo era menos en el carácter y opiniones de los tertulios que cotidianamente invadían su tienda.

Cobo se hizo afectadamente el distraído. ¿Os ha pasado ya la berrenchina? siguió la viuda dirigiéndose a sus hijos . ¿Cuánto durarán las paces?... ¡Jesús, qué criaturas tan picoteras!... Mirad, yo no voy a vuestra casa porque cuando os encuentro con morro me apetece tomar la escoba y romperla en las costillas de los dos.... Los tertulios se volvieron hacia los jóvenes esposos sonriendo.

Llenó, con mano trémula, el vaso de vino y lo apuró con ansia. Cuando los tertulios se despidieron y quedó solo con su querida, inició con voz alterada una explicación. Soledad, hija mía, me estás dando muchos disgustos.

Pasear a aquellas horas por las calles de Sevilla era lo mismo que visitar lo interior de las casas. Las familias y los tertulios se hallaban reunidos en los patios, y los patios se veían admirablemente desde la calle, al través de las cancelas.

Los tertulios tocaban con mucha habilidad este registro, porque era el único al cual solía responder: cuando se hablaba de sus debilidades y sus nervios, era cuando Anita se mostraba comunicativa; a veces la tertulia se pasaba horas enteras hablando de gastralgias y dispepsias o de otras enfermedades del aparato digestivo.

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