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Actualizado: 22 de junio de 2025
Veo que te interesan mis relatos, sé que harías carrera en el ejército á pesar de que pareces un alfeñique, pero tienes buen consejo. Pues oye, elige uno cualquiera de los objetos que dejé en la venta, el que te parezca más valioso, y te lo regalo, á condición de que te vengas con este zagalón y conmigo á Francia, en cuanto termine la misión que me lleva al castillo de Monteagudo.
Pero excitado por la novedad del trabajo y á impulsos también de mis hábitos de novelista, empecé á escribir y á escribir, sin darme cuenta de que en vez de un «escenario» producía una novela, y en veintiuna tardes terminé EL PARAÍSO DE LAS MUJERES. Nunca he trabajado tan aprisa y con tanto fervor. Creo que si me pusiera ahora á hacer una copia del presente libro emplearía más tiempo.
He dicho que no. Déjame en paz el alma. Al veinticinco, don Manuel... al veinticinco. Me esperan en casa para que pague. Márchate, o llamo al sacristán. Pues bien; al treinta... que sean al treinta por ciento, como la otra vez. Todo sea por Dios murmuraba suspirando dolorosamente . No dejáis tiempo ni para salvar el alma. Espérame en casa, yo iré así que termine este rosario.
Y Judit, reclinada en un diván, le dijo al verle entrar: Viene usted muy tarde, amigo mío. Y le tendió una mano. Arturo se arrodilló ante ella. Al llegar aquí, se interrumpió el notario. ¿Y qué? exclamaron todos; concluya. El notario contestó, sonriéndose: Arturo no me ha contado más... Por otra parte, va a dar principio el tercer acto de Roberto... ¿Qué importa? termine.
No sé lo que dije, ni es fácil saberlo: una serie de frases incongruentes, mutiladas, incomprensibles, en que mezclaba «mis convicciones francamente católicas» con «los arrebatos disculpables de la juventud», «el elevado criterio y la reconocida ilustración de D. Sabino» con «la necesidad que sentía mi alma de amar a una mujer santa y religiosamente educada». Cuando al fin terminé aquel galimatías quedé jadeante, encendido, sudoroso, mirando al cura.
Saludóles nuestro anciano como antiguos amigos, a quienes se ve todos los días. A nadie en el radio de la villa dejaba de saludar don Mateo. ¿Esperando que termine la sesión, eh? Sí, señor respondió uno con sequedad y reserva que quitó al anciano el deseo de entrar en más averiguaciones. Buscó otra conversación, la que más podía complacer a los depositarios de la fe pública; la caza.
Además, la vida resulta imposible en el mundo, la guerra lo amarga todo. La existencia en París es triste. No hay gente, no hay luz: los «Gothas» tienen inquietas y nerviosas á las personas de nuestro mundo y las hacen emigrar... Y he pensado instalarme aquí hasta que termine la demencia europea. Va para largo dijo Castro. Así lo creo.
Unos y otros apelarán á la espada, á la lanza, á la saeta, como antes que Eulame trajese los inventos de los Hombres-Montañas, y en esta lucha de músculos y de agresividad feroz, el hombre va á acabar por vencer á la mujer. ¡Pero esto tardará tanto!... Antes de que la guerra termine serán muchas las víctimas, muchísimas; entre las primeras figurará Ra-Ra, si usted no lo remedia ... y yo moriré.
Y a fin de que no termine la duda, he procurado no informarme jamás ni saber el paradero del joven paraguayo, como si hubiera sido un ser peregrino que estuvo algunos instantes en nuestro planeta, y en seguida se desvaneció para siempre. Quise detenerme y me detuve en Lisboa, porque yo tenía saudades de Lisboa.
¡Nada sé, porque, si no puede aplazarlo, puede anticiparlo... todo dependerá del período que dure su trabajo... en cuanto lo termine se matará de seguro! ¿Y a qué altura está en su tarea?... ¿tú no lo sabes?... ¿No vas nunca al taller después del suceso?
Palabra del Dia
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