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Actualizado: 11 de octubre de 2025
Un Tenorio con su uniforme blanco y celeste debe ser algo ideal para su compañera de baile y de color; porque, al fin, convengamos en que, vestirse para enamorar con los purísimos colores del cielo, es mucho más lógico que hacerlo de negro como los amos.
De la importantísima conferencia que celebraron el Tenorio decadente y el estanquero libertino, con otros graves sucesos Ignorante don Juan de que don Quintín hubiese venido a menos, resolvió visitarle en su estanco, donde hasta entonces, por prudencia, jamás puso los pies. Fue allá, entró, pidió puros, escogiolos despacio mirando hacia la trastienda... y nada.
Sabe versos sueltos de él, como todos los españoles, pero no conoce el drama... o la comedia, lo que sea; porque, con perdón de Zorrilla, yo no sé si.... ¡Demonio de animal, me ha metido la cola por los ojos!... Sepárese usted un poco, porque este no sabe estarse quieto.... Pero dice usted que Anita no ha visto el Tenorio, ¡eso es imperdonable!
Un artículo del núm. 117 de la Quarterly review, de Richard Ford, el autor del Manual del viajero en España, sostiene que el personaje histórico, origen de la tradición de El Convidado de piedra, lo fué un Juan Tenorio, mayordomo, nombrado varias veces, de D. Pedro el Cruel, en la Crónica de este soberano.
Ana vio de repente, como a la luz de un relámpago, a don Víctor vestido de terciopelo negro, con jubón y ferreruelo, bañado en sangre, boca arriba, y a don Álvaro con una pistola en la mano, enfrente del cadáver. La Marquesa dijo después de caer el telón que ella no aguantaba más Tenorio. Yo me voy, hijos míos; no me gusta ver cementerios ni esqueletos; demasiado tiempo le queda a uno para eso.
Abaris montó en su flecha y se fue de Jerusalén hecho un veneno. A fin de vengarse del desdén de Abisag, ya que no en ella, en otras mujeres, se convirtió en seductor desaforado, en el D. Juan Tenorio o Lovelace de aquel siglo. Los medios de que disponía eran enormes.
Aquí le quería pillar, calaverón, tenorio de la calle Alsina... De seguro que está usted declarando su amor a esta señorita, en estilo de factura. Visiblemente irritado Manzanares por la burlona intervención, se apresuró, sin embargo, a contestar, temiendo que Isidro persistiese en sus bromas. No señor; hablábamos de cosas serias, de cosas de allá.
Mire usted decía el viejo yo no sé cómo soy, pero sin creerme un Tenorio, siempre he sido afortunado en mis tentativas amorosas; pocas veces las mujeres con quien me he atrevido a ser audaz, han tomado a mal mis demasías... pero debo decirlo todo: no sé por qué tibieza o encogimiento de carácter, por frialdad de la sangre o por lo que sea, la mayor parte de mis aventuras se han quedado a medio camino.... No tengo el don de la constancia.
El Conde de Alhedín, dicho sea en honor de la verdad, no pasa de ser un buen muchacho, si hemos de juzgarle con el relajado criterio que en el mundo se usa. El Conde de Alhedín dista tanto de ser un Don Juan Tenorio como dista el cielo de la tierra. Jamás ha empleado engaño ni violencia contra soltera ni casada.
Raimundo estaba tan atento a contemplar el palco de la señora de Osorio, que no reparó en la provocativa insistencia del tenorio. Este, cansado al fin, subió a saludar a su querida. Sentóse a su lado, en la misma posición que un momento antes había estado Raimundo, quien al verle de esta suerte sintió un extraño malestar, cierta vaga tristeza que no trató de definir.
Palabra del Dia
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