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Actualizado: 2 de julio de 2025
Ramiro, echado de boca en el lecho, no había apartado un instante los ojos de su amada, y al verla vacilar de aquel modo lamentable, corrió a sostenerla. Pero ya Aixa habíase acostado ella misma sobre las losas, apretando los dientes y dejando escapar un gemir tembloroso, como si tiritase de frío. Su gran peinado, entremezclado de pétalos y de joyas, se derramaba ahora por el suelo.
¡Qué diferencia con las emociones experimentadas cuando comenzó su relación con Muñoz! Recordó un día en que éste le besó la mano con beso tembloroso, ardiente, de hombre enamorado que quiere imponerse por la audacia, y sólo despertó en ella un sentimiento hostil y ofendido... ¿Llegaría jamás a ofenderse, en cambio, cuando Julio le besara la mano con su modo distraídamente humilde?
Además, nada le costaba a aquella buena señora de Madrid librarle la vida; era asunto de echar una firmica. Y a todos los enterradores oficiales que por curiosidad o por deber le visitaban, abogados, curas y periodistas, les preguntaba, tembloroso y suplicante, como si ellos pudieran salvarle: ¿Qué les parece? ¿echará la firmica?
Flavia se apartó de mí, buscando apoyo en la pared, y yo quedé humillado y tembloroso, sabiendo lo que había hecho, despreciándome a mí mismo, pero también resuelto a no desdecirme. Así permanecimos largo tiempo. ¡Estoy loco! dije tristemente. Aun loco te adoro, amor mío contestó. Tenía inclinado el rostro, pero vi el brillo de las lágrimas que surcaban sus mejillas.
Ciertos recuerdos del pasado volvieron a él, haciéndole sonreír. ¿Qué diría miss Mary si le viese rodeado de esta gente rústica, tembloroso y vacilante al pensar en la proximidad de una muchacha campesina?... ¡Cómo reirían sus antiguas amigas de Madrid y de París al encontrarle en esta traza de campesino, dispuesto a matar por la conquista de una mujer casi igual a sus criadas!...
Las señoras mayores eran ondina, ninfa atlántica, náyade, lo que las hacía volver a sus asientos ruborizadas, con el doble mentón tembloroso, entre los murmullos aprobadores y un tanto irónicos de la concurrencia. Con sus compatriotas se permitían los buenos alemanes inocentes bromas para regocijo del público.
Me acerqué, trémula, a mi marido; puse mi dedito índice, todo tembloroso, sobre unos versos y le dije: «¿Quiéres leer esto?» Leyó: «¡Ah, qué dulce es la sonrisa Del hogar hermoso y tibio, La recíproca mirada Que denuncia regocijo, Cuando al fin dos corazones Se han fundido en uno mismo.
Sí, sí, como que estaba junto a la ventana. Ah, ¡qué mujer! qué... Vamos, vamos, Reina, un poco de calma prosiguió el cura que estaba tembloroso y encendido. Esta misma noche escribiré a tu tío. Escribid pronto, mi querido cura. Lo que quiero es que venga a buscarme en seguida. Esperémoslo respondió al cura, sonriendo al mismo tiempo con bondad y con tristeza.
Hablaba con un entusiasmo, con una unción, de su adorada, que daba pena el considerar lo engañado que aquel hombre vivía; digo, daría pena a cualquiera que no estuviese, como yo, profunda y vivamente llagado por el desprecio de otra pérfida. Ruborizado como un colegial y tembloroso, volvió a hacerme por centésima vez confidente de unas niñerías que nunca me parecieron tan ridículas como entonces.
¡Chocarme a mí nada de eso! exclamó don Adrián levantándose de la silla, tembloroso y con los ojos empañados . ¡Creer que me cierra usted las puertas de su casa... cuando voy, eso es, a cerrármelas yo mismo!
Palabra del Dia
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