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Actualizado: 10 de junio de 2025
Estaba escrita con letra vacilante y temblona, y rezaba: «Ilustre señora: Pedrito y Augustias salieron en un coche para Inhiesta, a las cinco de la tarde de hoy. Se idolatran. Quieren casarse. Yo creí ejecutar una acción generosa ayudándoles. Llevan cincuenta duros que les presté; y no es que los reclame. Perdónelos y perdóneme, si nos equivocamos, por haber amado tanto.
Bajaron dándose el brazo y se encontraron en el comedor con un hombre como de cuarenta años, que tenía la apostura dura y correcta de un militar, en traje de particular. Caballero le dijo la señora de Maurescamp, con una voz un poco temblona , deseo hablarle... Mi marido partió esta mañana para Bélgica... parece que ignora usted el motivo de su viaje... Sí, señora, lo ignoro.
Su voz temblona e infantil adquiría una grave sonoridad al resbalar sobre la acuática extensión y ser reproducida por los ecos de las rocas. Las cabras del Vedrá respondían de vez en cuando con tiernos balidos de sorpresa. Jaime reía de la vehemencia del viejo, el cual, poniendo los ojos en blanco, se llevaba una mano al corazón sin soltar de la otra la cuerda del volantí.
Al pasar el gaucho junto á él, se llevó una mano al sombrero para saludarle, espoleando luego su cabalgadura. Don Carlos, después de breve indecisión, salió también al galope, hasta que puso su caballo delante del de Manos Duras, cortándole el paso y obligándole á detenerse. ¿Con licencia de quién atravesás vos mi campo? preguntó con voz temblona y aflautada por la cólera.
El mar luminoso, azul, estaba cortado por una ancha faja de reflejos de sol, camino de fuego triangular que descansaba su vértice en el horizonte y su base incierta y temblona en un costado del buque. Las cumbres de las pequeñas ondulaciones palpitaban erizadas de fulgores como fragmentos de espejo.
Los ensayos hacía ya mas de tres meses que habían comenzado; todo el invierno había estado el tío Manolo preguntando a la intendenta: «¿Son tue cifre? A me risponde,» y contestándole aquélla con voz temblona «Siii.» Apesar de eso no salía bien; y era porque las partes secundarias no lo tomaban con la misma afición y calor que las primeras.
Rafael; señor diputado, ¿está usted contento?... ¿Quiere usted dar que reír más aún a sus enemigos? El viejo hablaba con voz temblona; parecía próximo a llorar.
El Capellanet envidiaba a don Jaime. ¡No tener él un enemigo que viniera a aucarlo allí durante la noche!... Mientras el Ferrer aullase emboscado, con la vista fija en la escalera, él descendería por la ventana, a espaldas de la torre, y dando la vuelta silenciosamente, cazaría al cazador. ¡Qué golpe!... Reía con salvaje complacencia, y en sus labios de rojo obscuro parecía despertar temblona la ferocidad de los gloriosos abuelos, que habían considerado la caza del hombre como el más noble de los ejercicios.
Y echado sobre las almohadas, miraba pálido las dos tarjetas, que le sacaban la lengua sobre la mesa de noche, diciendo una: Rocchio, y la otra: Portas, y las letras negras de estos dos nombres bailaban sobre la cartulina, dándole mareos. Media hora después, vino la tarjeta número 3, y de la mano temblona de don Bernardino pasó al lugar de las otras.
Una especie de ruido semejante a una carraca agitada violentamente, resonaba en medio de aquel silencio particular de las ciudades que pudiera llamarse el sueño del ruido, y llegaba a mis oídos una singular voz de hombre, lenta, temblona, que canturreaba deteniéndose en cada sílaba: ¡La una, las dos, las tres!... Agustín entró en mi cuarto muy de mañana.
Palabra del Dia
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