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Actualizado: 16 de junio de 2025


Sarto, el irrespetuoso veterano, le dio un fuerte puntapié, pero no se movió. Entonces noté que la cara y cabeza del Rey estaban tan mojadas como las mías. Ya hace media hora que procuramos despertarlo dijo Tarlein. Bebió tres veces más que cualquiera de nosotros gruñó Sarto. Me arrodillé y le tomé el pulso, cuya lentitud y debilidad eran alarmantes.

La etiqueta favoreció los deseos de Tarlein; pues mientras yo fui recibido en el salón de la Princesa, él permaneció en la antecámara con la linda Condesa; y no dudo que logró contemplarla y hablarle a su saber, a pesar de las otras muchas personas que allí esperaban. Pero lo más importante para en aquel momento era el delicado paso que iba a dar en la dificilísima partida empeñada.

Por la mañana salieron de Estrelsau numerosas personas de mi servidumbre, con caballos y equipaje, y nosotros los seguimos a mediodía, yendo buena parte del camino por tren y haciendo después la jornada a caballo hasta la posesión de Tarlein. Me acompañaban diez bizarros caballeros, además de Sarto y Tarlein, cuidadosamente elegidos todos ellos y ciegamente adictos al Rey.

Para Tarlein el triunfo de mi empresa significaba también el de su amor, su unión con la joven a quien adoraba, en tanto que para , era aquel triunfo señal cierta de sufrimientos más crueles que cuantos pudiera proporcionarme el fracaso de mis planes.

Detrás de mi sillón se hallaba el coronel Sarto, y al otro extremo de la mesa vi a Federico de Tarlein, quien, por cierto, apuró su primera copa de champaña algo antes de lo que en rigor se lo permitía la etiqueta. No pude menos de preguntarme qué estaría haciendo en aquel momento el rey de Ruritania. Nos hallábamos en el gabinete del Rey, Federico de Tarlein, Sarto y yo.

Supongo que me llevaron al lecho, donde pasé muchas horas de las que nunca conservé el menor recuerdo. Era de noche cuando recobré el conocimiento y vi a Tarlein a mi lado.

He hecho anunciar que el Rey dará esta noche un baile en honor de la Princesa, y la noticia ha producido desde luego el mejor efecto.» Y a me coge de nuevo observé. ¡Oh, los preparativos están todos hechos! exclamó Tarlein riéndose. Yo me he encargado de eso. Sarto se volvió hacia para decirme con imperioso acento: ¡Y sepa usted que esta noche tiene que hacerle la corte a la Princesa!

El día siguiente a mi aventura en el cenador, trajeron el parte de policía en ocasión de hallarme jugando una partida de tresillo con Federico de Tarlein. Muy interesante viene el informe de esta tarde dijo Sarto sentándose. ¿Habla de cierta aventura nocturna?... Se cree que su destino es el castillo de Zenda, en dirección del cual salió, no por el tren, sino a caballo.

Sarto refunfuñó algo, pero lo esperaba, y en definitiva dio su aprobación a mi plan, animándose a medida que se acercaba la hora de realizarlo. También Tarlein se manifestó dispuesto a todo, aunque por estar enamorado arriesgaba más que Sarto. ¡Cuánto lo envidiaba yo!

Muertes que por cierto parecían muy próximas, que ocurrirían probablemente antes de que Sarto y los suyos llegasen a Tarlein. ¿No lo anunciaba así la risa triunfante de Ruperto? Permanecí algunos instantes anonadado, apoyándome contra la puerta.

Palabra del Dia

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