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Actualizado: 25 de octubre de 2025
La visión de un jardín, y de una mujer, marchaban ante él por los negros y ruidosos talleres, embelleciéndolo todo como un rayo de sol. Una tarde de verano, escribía Sanabre en su despacho, junto á una ventana abierta que encuadraba un pedazo de la ría, con dos vapores, un trozo de cielo azul cortado por varias chimeneas y el monte de la orilla opuesta.
Si el viento o el granizo rompe una vidriera de las naves, podemos echar mano de los vidrios sobrantes que nos dejaron los señores Obreros de otros siglos. ¡Ay, Señor, Dios mío! ¡Y pensar que hubo una época en que el cabildo mantenía a sus expensas, dentro del templo, talleres de pintores de vidrio, de plomeros y qué sé yo cuántos más, pudiendo hacer grandes obras sin buscar auxilio fuera de casa!
La industria de la seda iba arruinándose con la competencia que la hacían los franceses; uno tras otro se cerraban los talleres montados a la antigua que durante un siglo habían sostenido la supremacía industrial de Valencia, y don Manuel, que a pesar de su buen sentido comercial tenía empeño en mantener testarudamente la lucha con el exterior, sufrió grandes pérdidas y murió de un berrinche antes que la ruina viniese a coronar su desesperada resistencia.
Es rarísima la casa de gitano que no tiene un piso subterráneo que se registra desde la calle. Las habitaciones que están al nivel de la calle sirven para dormitorios y demás usos; las profundas ó cavadas en la tierra contienen los obradores, talleres y fraguas. Evidentemente hay en los Gitanos una tendencia á la vida subterránea, que no se concilia en apariencia con las costumbres nómades.
Era la fuerza de los talleres que salía al aire libre; los músculos se movían por su cuenta, a su gusto, libres de la monotonía de la faena rutinaria. Cada cual, además, sin darse cuenta de ello, estaba satisfecho de haber hecho algo útil, de haber trabajado.
En cuanto llegó á poder del califa, dispuso éste que fuese colocada en la alcoba ó dormitorio del pabellon oriental, conocido por el salon de la familiaridad y del solaz, y mandó agregar á su ornato doce figuras de oro bermejo incrustadas de perlas y esquisita pedrería, labradas en los talleres reales de Córdoba, representando diversos animales.
Se vieron ante un teniente coronel, que los recibió como un ingeniero que enseña sus talleres, como un oficial de marina que muestra las baterías y torres de su acorazado. Era el jefe del batallón que ocupaba este sector de las trincheras. Don Marcelo le miró con interés al pensar que su hijo estaba bajo sus órdenes. Esto es lo mismo que un buque dijo luego de saludarles.
Tan rápidos fueron en adelante los progresos del benéfico establecimiento, y tanta la actividad desplegada por su fundador, que aquél hubo de trasladarse á edificio más amplio en la calle Real de san Marcos, al sitio de la Inquisición Vieja, y un escritor sevillano dice á este propósito: «Apesar de no contar con ninguna renta, el número de niños crecía por manera, que llegaban en el año de 1727 á ciento, por lo que fué necesario trasladarse.... y proveerse de maestros de escribir y contar, y aun de gramática latina, por si alguno se inclinaba al estado eclesiástico: también se dispusieron talleres en que aprendiesen los oficios de zapateros, sastres, polaineros, cardadores de lana y otros de primera necesidad, de lo que, informado el rey, lo socorrió con diez mil pesos, y además mandó á la Ciudad que le proporcionaran sitio apropósito para que labrase casa, cuyo real decreto fué cumplido, señalándose una bien espaciosa fuera de la puerta de Triana, como quiera que ya constaba de ciento y cincuenta niños, cuya subsistencia se apoyaba sólo en la caridad sevillana.»
Tanto más, cuanto que Soledad comenzaba á ser festejada y requebrada de cuantos á su lado cruzaban, jóvenes ó viejos. Era el recreo de los ociosos que acudían á la hora del crepúsculo á ver salir las costureras de sus talleres, el orgullo de su familia y la envidia de las compañeras.
Si el populacho nos pide los talleres nacionales, la alta vagancia nos pedirá algún día los casinos costeados por el Estado. Lógica, lógica, digo yo. Y a los que predican el comunismo les digo: «Estáis tocando el violón, porque el comunismo existe entre nosotros con tan profundas raíces como la religión: es nuestra segunda Fe.
Palabra del Dia
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