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Actualizado: 5 de julio de 2025


Pude gozar entonces de la belleza singular de aquella boca, de aquellos labios rosados que dejaron ver, al plegarse dulcemente, una dentadura irreprochable. Mi tía Pepa se entretenía con el chocolate, y yo me servía en una rebanada de pan la fresca e incitante mantequilla.

A Mauricia le temblaba la quijada, y sus ojos tomaban esa opacidad siniestra de los ojos de los gatos cuando van a atacar. Las recogidas la miraban con miedo, y algunas monjas rodearon a la Superiora para hacerla respetar. «Vaya con lo que sale ahora la tía chiflada... ¡Encerrarme a !

Su tía doña Carmen, madre de Clotilde y suegra de Molínez, parecía fiar y descansar en Julia para todo lo referente al cuidado de la casa, tratándola como a hija y siendo por ella considerada con grande amor y respeto.

Jadeante, se volvió a la tía, desafiándola con la mirada iracunda, pero la consternación de la señora debía ser tan grande, pues enmudeció de estupor, que Quilito sintióse conmovido y su cólera se apagó, como si hubieran derramado agua encima. Perdóneme usted, tiíta Silda, soy un miserable, no lo que me digo.

Cuando me contesten manden la carta á la posada de Felisa, en la Puerta Nueva, que allí la recogerá la muchacha. Adiós, queridos padres. Muchos besos, muchos, muchos. Un silencio profundo interrumpido solamente por los sollozos de la tía Felicia siguió á la lectura de esta carta. El tío Goro y Nolo quedaron largo rato inmóviles con la cabeza baja y mirando al suelo.

Allí, torciendo alambres, enhebrando capullos, acocando pétalos, pintando hojillas, se pasaba mi tía toda la mañana, y toda la tarde. Sólo dejaba su labor para atender a los niños y tomarles la lección. La joven venía en ayuda de la anciana. La doncella se pintaba para aquellas labores. De su mano recibían flores y ramilletes el último toque. ¡Qué guirnaldas y qué festones aquellos!

Una carcajada sonora animó con sus interminables ondas la tétrica obscuridad. ¡Si es Cupido! ¡el amigo Cupido!...le conozco en la voz. Tía, tía; no llores más, ni te asustes ni reces; aquí viene el dios del Amor en una barquilla de nácar a prestarnos auxilio. Rafael se sentía intimidado por aquella voz ligeramente burlona que parecía poblar la obscuridad de mariposas de brillantes colores.

Don Modesto, al oír estas palabras, se volvió con gesto severo hacia el hermano, el cual, visto este movimiento, se metió detrás de la tía María, encogiéndose de tal manera que casi desapareció de la vista de los concurrentes.

Momo, que no era hombre que se quedase atrás, en tratándose de insolencias y denuestos, replicó con coraje: Anda, anda, a que te echen la bendición; que será la primera que te hayan echado en tu vida, y que estoy para que será la última. Celebróse la boda en el pueblo, en la casa de la tía María, por ser demasiado pequeña la choza del pescador para contener tanta concurrencia.

Pero, esto no es una desgracia, ¿verdad? la pobreza es la menor de las desgracias... Dígame algo, tía, dígame que quiere mucho a su humilde sobrinita...

Palabra del Dia

buque

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