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Actualizado: 5 de junio de 2025
Si la hubiera contentado el claustro, hubiérase entendido que el santo amor de Dios no dejaba en su corazón lugar para el amor al hombre; pero tampoco era esto, porque una tía monja que tenía en las del Espíritu-Santo quiso llevársela consigo, a lo que ella no se acomodó, diciendo que Dios no la había hecha para que la sofocasen tocas ni monjiles, ni para enojarse entre cuatro paredes.
ELECTRA. Pues sí. Ya sé lo que me espera: la soledad de un convento... MÁXIMO. Me temo que sí. De ésta no escapas. Digo, sí: te escapas... te salvaré yo... ELECTRA. Me has prometido ampararme. MÁXIMO. Sí, sí... Pues no faltaba más... Y ¿qué piensas hacer? dímelo... MÁXIMO. Ya verás... la cosa es grave... ELECTRA. Hablas con la tía... y...¿qué más? MÁXIMO. Pues... hablo con la tía...
Maximiliano tuvo tal acceso de coraje, que hasta se ofreció a su mente con caracteres odiosos la imagen de doña Lupe, de su segunda madre. Al subir las escaleras de la casa se serenó, pensando que su tía no sabía nada, y si lo sabía, que lo supiera, ¡ea!... «¡Qué carácter estoy echando!» se dijo al meterse en su cuarto. Cerró cuidadosamente la puerta y cogió la hucha.
Y ahora ante los hechos palpables, evidentes, ¿qué tenéis que decir?». «Otra vez... pero hijo...» chilló doña Lupe, saliendo al recibimiento. Usted, tía, se empeñará en negarlo ahora... pero esta no lo niega.
Síntoma de conciliación era que su tía no le hablaba ya con ira, y aun parecía tenerle en verdadero concepto de hombre o de varón. A veces, hasta parecía que la insigne señora le tenía cierto respeto. ¡Si no hay como mostrarse duro y decidido para que le respeten a uno...! Por lo demás, doña Lupe había vuelto a cuidarle con su acostumbrada solicitud.
No me sorprende, y si en la última que me dirigisteis, dictada sin duda por vuestro propio corazón, mostrabais bastante generosidad, en ésta reconozco las ideas de vuestra tía la señora Marquesa, que en otro tiempo os dijo que antes quería veros muerta que casada con un hombre inferior a vuestra clase.
Quilito hizo un gesto, que quería decir: Eso, tía, es un grano de arena, una gota de agua, para lo que yo debo.
Pues anda, vístete, y sal a pasear. Hubo que obedecerla. No venía muy provisto el baúl; no había en él mucho con que engalanarme; pero en dos por tres, con ayuda de tía Pepa y de Angelina, saqué la ropa, y pronto me presenté delante de la enferma hecho un veinticuatro. ¡Eso es, así, como persona decente! dijo: Tía Pepa Y Angelina me seguían.
Eso es otra cosa. ¡Así! y mi tía juntó los dedos de la mano derecha, y los movió como para indicarme una multitud de personas. En Pluviosilla, prosiguió ¡muchos! Un español rico; un mancebo de botica muy burlón y endiantrado, capaz de reírse hasta de su sombra; un colegial muy guapo, que le hacía versos; otros, y otros. Aquí... aquí.... ¿Quién? Uno nada más. ¿Quién?
Convencida la tía María de que ningún apoyo ni ayuda alguna tenía que aguardar del hombre de influencia, al cual había querido asociarse en su empresa matrimonial, se determinó a llevarla a cabo por sí y ante sí, segura de vencer las objeciones de María y las que pudiese poner don Federico, como Sansón a los filisteos.
Palabra del Dia
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