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Actualizado: 29 de junio de 2025


Demetria la escuchaba embelesada y de vez en cuando aplicaba un sonoro beso en sus mejillas de rosa. No fué mucho tampoco lo que pudo dormir la zagala aquella noche. Aguardó sin embargo á que su padre la llamase y se vistió como si fuesen á conducirla al suplicio.

Eran ya pasadas las cuatro de la tarde cuando el Secretario del Santo Oficio entregó los relajados al Corregidor y a sus tenientes. Los reos fueron montados sobre escuálidos jumentos, y la trágica procesión enderezó por la Calle de las Armas, camino del quemadero. El auto continuaba, pero los familiares, según la nueva costumbre, subieron en sus caballos para presenciar el suplicio.

Sabía él que sólo el sentimentalismo podía darle la energía suficiente, o poco menos, para afrontar su «terrible» situación cara a cara con todos los suyos, o, mejor dicho, todos los de su mujer. , era preciso armarse de valor, ir al suplicio con el espíritu firme del desgraciado rey mártir. Para él era el suplicio la presencia de Emma y de Nepomuceno.

También a ella se la había ocurrido alguna vez que podía no ser verdad todo lo que él la decía «al auto de aquellos particulares»; pero ¿y qué?... Si lo que la acongojaba no era eso, sino el temor al ruido y al escándalo; a que el lugar se enterara del caso, y después don Celso y, sobre todo, su hija, ¡Oh, esto nunca!... ¡Tapar, tapar y no más que tapar!... Por ello, la vida suya y cien vidas y mil vidas; el suplicio en cruz, en la lumbre de un horno; descuartizada viva... enterrada en salud, entre sapos y serpientes.

Desde el seno del fanatismo mas furioso se hizo entender la sabiduría mas alta, y la simplicidad de las virtudes mas heróycas honró el mas vil de todos los Pueblos.... Jesus, espirando en los tormentos, injuriado, mofado, maldecido de todo un Pueblo, sufrió la muerte mas horrible que se pueda temer, y padeciendo un suplicio espantoso ruega por sus Sayones irritados.

Adquirían para ella una nueva fisonomía; decían otra cosa: la verdad. Recordaba los relatos de cautivos moribundos venidos de aquellos campamentos de suplicio, y los renglones parecían balbucear, con el gemido de un niño enfermo: «Mamá... hambre. ¡Tengo hambreHubo momentos en que creyó perder la razón.

Lo malo es que para llegar a este trance de la muerte tenemos que presenciar antes el brutal, largo y rudo suplicio del noble animal destinado a morir; tenemos que ver acribillada su piel con pinchos y garfios, que se quedan colgando, si no se los arrancan con las túrdigas del pellejo; y tenemos que contemplar asimismo la inmunda crueldad con que son tratados los infelices jamelgos.

Ignoraba si su fin había sido instantáneo, fulminante, saliendo del mundo con una sonrisa de inconsciencia, ó si había pasado largas horas de suplicio abandonado en el campo, retorciéndose como un reptil, rodando por los círculos de un dolor infernal antes de sumirse en la nada.

La había arrojado al espacio infinito, había respirado una hora el aire de la libertad, y de nuevo estaba aquí la letra escarlata con todo su suplicio, brillando en el lugar acostumbrado. De la misma manera una mala acción se reviste siempre del carácter de ineludible destino. Ester recogió inmediatamente las espesas trenzas de sus cabellos y las ocultó bajo su gorra.

Fortunata quiso sobreponerse a aquel suplicio, y sacudiendo la despeinada cabeza, como para alejar y espantar una convicción que quería penetrar en ella, le dijo: «¿Qué historias me vienes a contar ahí?... Déjame en paz». Esto que te cuento no es un enredo; es verdad. Ese hombre está enamorado de otra mujer, y la conoces. Aprende, pues.

Palabra del Dia

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