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Actualizado: 20 de junio de 2025


Callaba María Teresa, como si la excitación de su falsa alegría hubiese cesado de golpe al ponerse en contacto con esta soledad. Apretó más fuertemente el brazo de Fernando, y rozándole el rostro con el ala de su sombrero, murmuró: Di, ¿y si me fuese contigo?... Era una súplica, un murmullo tímido, la petición que se considera imposible, pero se formula como última esperanza.

Por último lanzó un profundo suspiro, se pasó la mano por la frente y sentándose bruscamente, me señaló una silla en frente de él. Entonces, como si hubiera deseado hablarme, sin hallarse con el valor suficiente, sus ojos se detuvieron sobre los míos, y leí en ellos una expresión tal de angustia, de humildad y de súplica, que de parte de un hombre tan orgulloso como él, me conmovió profundamente.

Me hizo estremecer la súplica. Yo debía barruntar algo por el estilo en cuanto vi llegar al hombre a la tertulia tan cargado de joyas y de alientos; pero no lo barrunté. El asalto ocurrió junto a la chimenea del gabinete; es decir, a la vista de la mayor parte de los tertulianos, y frente a frente del sillón de mi madre.

La abuela me suplica que reciba a Francisca, que ha venido ya a verme cuatro veces... Hasta ahora he resistido, pero la abuela tiene razón... A la misma Celestina no dejaría de chocarle... Ayer dejó escapar una reflexión significativa: No vale la pena de ponerse una persona en las niñas de los ojos para dejarla luego en la puerta... murmuró cuando iba a decir a Francisca que había yo salido.

Por eso dijo Orígenes: Horrendum est diem sine oratione transigere, y el Profeta: Desolatione, desolata est terra, quia nullus est qui recogitet corde. Mal se hermanan esa bondad divina, eternamente importunada por la súplica humana, y la existencia del mal sobre la tierra. ¿Qué te extraña? ¿No brotan en el mismo prado la flor que recrea, la fécula que nutre y la ponzoña que mata?

El canónigo añadió, con tono que yo interpreté como implorante: ¿No me concederá usted el favor, si se lo ruego, de hacerme un poco de compañía? La súplica y el acento me repusieron en mi equilibrio habitual.

El Comendador apuró todas las razones, empleó todos los tonos, pero singularmente el de la súplica; D. Carlos le contestó varias veces de mal humor, y fué menester la prudente superioridad del Comendador para calmar y contener á D. Carlos y evitar que llegase á ofender á quien le aconsejaba y casi le mandaba.

Por mi parte, sólo tengo una súplica que hacerles: habrá, tarde ó temprano, una guerra entre la Francia y su vecina del otro lado del Canal; nos odiamos demasiado; será menester reñir; que nosotros los traguemos ó que ellos nos traguen.

Ruega, suplica, y no puedo despreciarle porque le amo.... Puede mucho una mujer.... Yo mataré en el corazón de Ernesto esa pasión funesta... yo seré su ángel tutelar... y cuando le vea yo regenerado, cuando haya dejado para siempre ese vicio horrible... ¡le daré mi mano!

Niña, no sospechas lo que pides a un hombre de honor. En seguida, acercando mucho el papel a sus ojos, volvió a leer una vez más este pasaje: «Es la súplica de una moribunda... se lo suplico a usted desde el fondo del corazón; otórgueme usted todavía esta satisfacción supremaPor sus ajadas mejillas rodaban gruesas lágrimas. Es imposible, hija mía, es imposible, por bien que sepas suplicar.

Palabra del Dia

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