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Actualizado: 3 de junio de 2025
Sólo cuando Ramiro advirtió, cierta mañana, que de todo el dinero que le pagara un morisco por las joyas y el rocín, quedábanle únicamente en la escarcela tres escudos de oro y algunos reales de plata, comenzó a barruntar los momentos de angustia que podían sobrevenir. ¿Qué hacer?
Le es indispensable la vista perspicaz del lince, para conocer en la cara del que ha de disponer, lo que él debe poner; el oído del jabalí para barruntar el runrún de la asonada; se ha de hacer, como el topo, el mortecino, mientras pasa la tormenta; ha de saber andar cuando va delante con el paso de la tortuga, tan menudo y lento que nadie se lo note, que no hay cosa que más espante que el ver andar al periodista; ha de saber, como el cangrejo, desandar lo andado, cuando lo ha andado demás, y como esas veces ha de irse sesgando por entre las matas a guisa de serpiente; ha de mudar de camisa en tiempo y lugar como la culebra; ha de tener cabeza fuerte como el buey, y cierta amable inconsecuencia con la mujer; ha de estar en contínua atalaya como el ciervo, y dispuesto como la sanguijuela a recibir el tijeretazo del mismo a quien salva la vida; ha de ser, como el músico, inteligente en las fugas, y no ha de cantar de contralto más que escriba con trabajo; y a todo, en fin, ha de poner cara de risa como la mona.
Me hizo estremecer la súplica. Yo debía barruntar algo por el estilo en cuanto vi llegar al hombre a la tertulia tan cargado de joyas y de alientos; pero no lo barrunté. El asalto ocurrió junto a la chimenea del gabinete; es decir, a la vista de la mayor parte de los tertulianos, y frente a frente del sillón de mi madre.
Palabra del Dia
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