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Actualizado: 20 de junio de 2025


Estando una noche en su casa examinando sus pecados y pensando en las miserias de su vida, prorrumpió en esta fervorosísima súplica á Cristo, Señor Nuestro, y á su beatísima Madre.

»Atribulados cuanto sorprendidos los Hermanos de la pobre vida con tan acre é inesperada resolución, acordaron elevar al Papa Benedicto XIII una súplica pidiéndole autorización para erigir una capilla á San Pablo, primer ermitaño; y Juan de Robledillo y Andrés de Plasencia encargáronse de llevar á Roma la solicitud.

Mientras tanto, el resto de la procesión seguía respondiendo, con irónica tenacidad, su Ora pro nobis. ¡A spiritu fornicationis! dijo el padre Urizábal. Libera nos, Domine contestaron compungidos Dupont y todos los que entendieron esta súplica al Altísimo, mientras una mitad de la procesión rugía desde lejos: Nooobis... obis.

Juan lo mira disgustado y está a punto de preguntarle: «¿Desde cuándo tienes secretos para Pero la súplica que lee en los ojos de su hermano le cierra la boca, y los dos salen juntos del molino cogidos del brazo. Ha llegado la noche... La rueda grande se ha detenido, condenando a la inmovilidad a todo el engranaje de las pequeñas.

En cuanto se ve sola con Juan, le murmura en tono de súplica: Ve a buscar las canciones. Entonces se sientan en un rincón retirado, y juntan sus cabezas; durante la lectura sienten con delicia que un estremecimiento de voluptuosidad les recorre el cuerpo. He aquí, en primer lugar, esa poesía extraña: EL CONDE ORSINSKI A SU AMADA

Don Gil cae en tierra bajo la impresión de tan horrible suceso; anonadado, y sintiendo un cambio completo en todo su sér, invoca la misericordia de Dios, y su súplica es oída; pelean entonces en los aires el Demonio y el arcángel San Miguel; éste triunfa, y obliga á su adversario á renunciar á su presa.

Cada uno de nosotros empeña su honor en que respetará esas condiciones. ¡Queda convenido! repitió Pedro. Ahora continuó el pintor , fuerza es que me resigne a hacer una súplica... que esto es absolutamente incorrecto, y te ruego que me excuses. He aquí de qué se trata... Si me toca dejar a mi hija huérfana, no quisiera, al menos, dejarla sin recursos.

Al mismo tiempo sus ojos se clavaron en Ricardo con tal expresión de miedo, de ternura, de súplica, de congoja, que éste sintió un fuerte estremecimiento, semejante al que produce una descarga eléctrica. ¡Era la misma mirada! ¡La misma que acababa de ver en sueños! Sintiose inundado por una gran claridad, por una luz divina. En aquel instante supremo todo lo vio, todo lo comprendió.

¡Ah! gritó ella, con sus manos juntas, tendidas hacia él en actitud de súplica, seguramente que no tienes la intención de hacer lo que dices, no es posible que pienses en semejante cosa, no; ¡no puedes hacerlo! Me librarás, me ahorrarás ese sufrimiento, ¿no es cierto? ¡Prométemelo! No, no te lo ahorraré, salvo que me pagues bien fue su brutal respuesta.

Pero Gertrudis le suplica tanto, que tiene que acceder a sus deseos. Ven esta tarde conmigo a la presa dice; tengo que hacer allá. Nadie nos incomodará entonces, y te lo leeré siempre que... naturalmente... Y guiña el ojo en dirección al despacho. Gertrudis hace una señal con la cabeza. Se entienden a maravilla.

Palabra del Dia

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