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Actualizado: 25 de junio de 2025
Total: que salió Juan Pablo de la casa renegando de su estrella, de su tía y de todo el género humano, revolviendo en su mente propósitos de venganza con proyectos de suicidio, pues estaba el infeliz como el náufrago que patalea en medio de las olas, y ya no podía más, ya no podía más. Se ahogaba. iv
Pues á recoger los últimos restos de una pobre mujer que buscó en el suicidio el olvido á un amor desgraciado. No sería del país, replicó uno. Del país, y muy del país; tanto que no cuento detalles, porque no lejos de aquí viven parientes muy allegados de aquella desgraciada joven. ¡Vaya unas pruebas! añadió un tercero. ¿No ha satisfecho? ¿No? pues escuchen.
Porque aún no sabía, porque no había reflexionado lo bastante; porque usted no creía en el delito y todas mis fuerzas se concretaban a negar el suicidio. ¿De modo que no sólo ese hombre habría matado, sino que llevaría su infamia hasta dejar condenar a una inocente? ¿Se asombra usted? ¿No es natural que ese individuo esté lleno de júbilo? ¡Esa idea es horrible!
«El momento de la liberación es aquel en que uno se considera suficientemente purificado para apechugar con el paso de un mundo a otro, y dar ese paso por sí mismo. Las religiones dominantes prohíben el suicidio. ¡Qué tontas son! La mía lo ordena.
Quizá podrá disimular mi suicidio y hacer que Roberto no lo sospeche. A él, ni una palabra de despedida. Esto es doloroso; pero es necesario que sea así. He salido furtivamente y he corrido a poner la carta en el buzón. El sereno anunciaba la media noche. ¡Qué desierto y obscuro está el mundo!
Ferpierre se repetía a sí mismo que el suicidio, en tales condiciones, no era solamente posible, sino hasta casi necesario. Ya por otras razones había reconocido su verosimilitud en una naturaleza melancólica y contemplativa como aquélla, en una alma habituada a mirar asiduamente dentro de sí misma, a estudiar sin miedo, y más bien con una especie de complacencia los problemas de la vida.
No, pero castiga el suicidio cuando está probado. Vamos, no tengo suerte con la ley inglesa. Ahora en serio, doctor continuó el magistrado . ¿Cree usted verdaderamente que se trata de una falsa alarma? Le respondo de que la dama en cuestión no ha recibido ni un rasguño. La conozco bien y sé que está demasiado enamorada de su piel para agujereársela. Pero, ¿y si hubiese sido asesinada?
Los resultados de la autopsia no arrojaban luz alguna: el examen de la herida redonda, ennegrecida por el humo del arma, demostraba que el tiro debía haber sido disparado de un distancia de cerca de medio metro, y si esto confirmaba la hipótesis del suicidio, no excluía la del asesinato, que el homicida habría podido tirar de cerca.
De pronto, se acordó que el joven no había vuelto todavía; si no era a ver a don Raimundo, ¿a dónde habría ido? El temor de que fuera a realizar su amenaza de suicidio, la asaltó, arrancándola del sillón. Desatentada, salió al patio, gritando a Pampa si el niño estaba en su cuarto, a tiempo que la reja se abría y entraba Quilito. ¡Ah! ya vuelves dijo la tía con sofocada voz.
Toda Vetusta paseaba. Pero Frígilis no pudo conseguir que Ana pusiera el pie en la calle. Pero, hija mía, esto es un suicidio. Ya sabe usted lo que ha dicho Benítez, que es indispensable el ejercicio, que esos nervios no se callarán mientras no se los saque a tomar el aire, a ver el sol... vamos, Anita, por Dios, sea usted razonable... tenga usted caridad... consigo misma.
Palabra del Dia
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