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Actualizado: 2 de junio de 2025


El espacio es cristal; fulge y ondula cual la cuerda de un arpa estremecida, y mientras más el término se azula, más bellos son los sueños de la vida. ¡Soñar! ¡Vivir...! Soñar bajo las cañas y vivir a su sombra eternamente, sin sentir esas penas tan extrañas que ensombrecen el alma lentamente.

Se aproximaban al término del viaje. ¡Buenos Aires!... Ya estaban casi tocándola. Cuatro ranchos y cuatro sueños los separaban nada más de la ciudad-ilusión. Iban a llegar más pronto de lo que deseaban: cuando ya se habían familiarizado con la vida del Océano y su prisa era menos apremiante.

A Granada, donde el hombre logró lo que no ha logrado en pueblo alguno de la tierra: cincelar en las piedras sus sueños; a Nápoles, donde el alma se siente contenta, como si hubiera llegado a su término. ¿ no querrás, Lucía? Yo no quiero que veas nada, Juan. Yo te haré en ese cuarto la Alhambra, y en este patio Nápoles; y tapiaré las puertas, ¡y así viajaremos!

Lanzado a una peña de la patria que adoro, el porvenir destruído, sin hogar, sin salud, venís a de nuevo, sueños de rosa y oro, de toda mi existencia el único tesoro, creencias de una sana, sincera juventud.

Mi tío contestó con premura que le sería muy grato recibir al señor de Kerveloch, y le invitó a almorzar, sin presumir que salía al paso a un acontecimiento que, desvaneciendo sus sueños, debía resucitarme la esperanza. Según nuestra costumbre, nos hallábamos reunidos en el salón. Blanca preocupada y sentada cerca del fuego, respondía con monosílabos al señor de Couprat.

El ánimo os persigue embebecido, altérase el aliento acompasado y el corazon redobla su latido; una lágrima ensancha el pecho ahogado, surge, tiembla en el párpado encendido y cae... ¡Al alma se la habeis robado! Columpiarse veíala en mis sueños al blando soplo de la dulce brisa, y llegaba su voz hasta mi oido clara y distinta.

Entonces te cansaste de la soledad y pensaste en lo venidero, tu naturaleza tierna ha llamado vagamente y sin darte cuenta de ello, al amor, y como eres de esos hombres en quienes los recuerdos ejercen un poder sin límites, la primera figura que ha aparecido en tus sueños, ha sido la de una amiga de tu infancia.

Yo me acosté con harta tristeza, y el soldado llamó al huésped y le encomendó sus papeles en las cajas de lata que los traía, y un envoltorio de camisas jubiladas. Acostámonos; el padre se persinó, y nosotros nos santiguamos de él. Durmió; yo estuve desvelado trazando cómo quitarle el dinero. El soldado hablaba entre sueños de los cien reales, como si no estuvieran sin remedio.

Para Amaury la velada que acabamos de describir, tuvo su continuación en los deliciosos sueños que ocuparon su imaginación aquella noche. Así, por la mañana despertó en la mejor disposición de ánimo para recibir a su amigo Felipe, que no tardó en presentarse.

No se podía marchar, aunque iba comprendiendo que la idea que a tal sitio la llevó era una locura, como las que se hacen en sueños. Uno de los muchos desvaríos que se sucedieron en su mente fue imaginar que tal o cual hombre de los que vio salir era amante de Jacinta. «Porque a no me digan que es virtuosa... Vaya unos embustes que corre la gente.

Palabra del Dia

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