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Actualizado: 4 de junio de 2025


Efectivamente, la estátua se hizo, y el general inglés la colocó en el primer rellano de la escalera de su casa. Varios amigos del general, sorprendidos de que dejase la estátua en la escalera, pretendieron hacerle ver que aquello no era decoroso, porque podria entenderse que queria desairar la memoria del héroe. La estátua está en donde debe estar, contestó Welington, y bajó la cabeza.

La imagen y sus acompañantes, sorprendidos por el amanecer, parecían una tropa disoluta volviendo de una orgía. Cerca del Mercado quedaron los dos «pasos» abandonados en medio de la calle, mientras toda la procesión «tomaba la mañana» en las tabernas inmediatas, sustituyendo el vino de la tierra con grandes copas de aguardiente de Cazalla y Rute.

Pero primero, quisiera saber lo que hacen mi tío y mi tía dijo mirando en su derredor hasta en los rincones. Yo estaba tan contenta de ver disiparse el embarazo que los oprimía, que al verlos buscar por el cuarto tan cómicamente, prorrumpí en una risa estrepitosa. Ambos se volvieron hacia , sorprendidos, como si sólo entonces notaran mi presencia.

Cuando al oscurecer del día 27 de Noviembre de 1723 los vecinos de Sevilla se disponían á recogerse en sus casas para entregarse al reposo se vieron sorprendidos por el ruído que por varias calles promovía el toque de trompetas y atabales, el paso de caballos y las voces de no poco concurso que rodeaban á los ginetes. La causa de todo aquello era la siguiente.

A las diez salimos del famoso Restaurant-Champeaux, y por señas que mi mujer y yo caminábamos sin decirnos oste ni moste. ¿Por qué tal silencio? Preguntará tal vez algun curioso. ¡Ay, lector, lector de nuestra alma! Ordinariamente no hablamos, despues que somos ... sorprendidos. La escena del Restaurant nos dejó mudos.

Estaba, sin embargo, tan demacrada, que los que la veían a intervalos largos quedaban sorprendidos. Lejos de perder con esto la belleza, parece que se había aumentado. Su tez era más fina y transparente; los ojos más brillantes. Una mañana dijo que no tenía deseos de levantarse. Raimundo se sentó al lado del lecho y se puso a leerla una novela. Al cabo de un rato le dijo: Estoy mal a gusto.

A la mañana siguiente fue lleno de zozobra a presenciar el ejercicio de su amigo. Este, que había copiado la disertación en buena letra, la leyó con firme entonación y no poco aparato; los jueces quedaron sorprendidos de tanta erudición y agradable estilo, en quien no sospechaban que existiese.

La anciana se volvió a dormir, y entonces siguió la interrumpida conversación, e interrumpida de tal modo que nos dejó turbados, como si fuéramos dos amantes sorprendidos en furtivo coloquio. Usted dirá lo que quiera, Rodolfo. ¡Buenos son los hombres para eso! No me doy por engañada. ¡El tiempo lo dirá! Le juro a usted que hasta hoy supe su nombre.

Hubo por entonces un conato de sublevacion en sentido de reconocimiento del Consejo de regencia, y sorprendidos por la Junta, los revoltosos fueron condenados unos á encierro en las bóvedas de Puerto-Cabello y la Guaira, y otros desterrados á perpetuidad. Entre estos últimos figuraban los ricos hermanos peninsulares Don Francisco y Don Manuel Gonzalez y Linares, del comercio de Carácas.

No era prudente seguir explorando aquella llanura, en la cual podían exponerse a caer en alguna emboscada. Ya sabían que los australianos los habían descubierto, y que debían estar muy sobre aviso para no ser sorprendidos.

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