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Actualizado: 4 de junio de 2025
Todos nos mirábamos, sorprendidos ante el pintoresco cuadro que en un periquete habia trazado aquel maestro incomparable. «El joven pobre que ha puesto usted en la buhardilla, donde está muy retebién, le figuraría yo un hidalgo de provincias, sin blanca y con malísima estrella.
Y, mientras me hacía estas reflexiones, sus miradas seguían mezclándose, olvidados ambos de todo lo que los rodeaba. Y, cuando entré, no bajaron siquiera los párpados, sino que los dos se volvieron hacia mí, sorprendidos y contrariados; parecían preguntarse: «¿Por qué nos perturba este viejo, este extraño?» Tuve ganas de ponerme a chillar como un animal cuando lo degüellan.
Nuestros sabios quedaron sorprendidos al ver entre estos últimos a su joven amigo Godofredo Llot. A Moreno le hizo extremada gracia, y se propuso sacar mucho partido cuando fuese por el café. A D. Pantaleón no le hizo tanta por las relaciones especiales que entre ellos habían existido.
Hasta se confesaba, en principio, partidario de las teorías de Darwin, cosa que tenía sorprendidos e inquietos a algunos de sus timoratos amigos y penitentes, pero esto mismo contribuía a infundirles más respeto y admiración. Cuando hablaba para las señoras solamente, prescindía de toda erudición que pudiera parecerles enfadosa; adoptaba un lenguaje mundano.
Todos los administradores fueron sorprendidos con mayor cantidad de frutos en su propiedad, que la parte destinada para el Estado; no se necesitaba testimonio mas claro del uso inicuo que hacian de sus funciones, y del partido que sacaban de los pobres indios, valiéndose de la autoridad que tenian sobre ellos para hacerlos trabajar como á esclavos.
En tanto Zoraida y Julio, dejando a la abuelita, habían bajado también y conversaban con tranquilidad en el vestíbulo. De pronto oyeron los sollozos de Adriana; iban a levantarse, sorprendidos, cuando ella cruzó corriendo, con el pañuelo en los ojos y desapareció como una sombra por la escalera, sin oír a Zoraida que asomándose por encima de la barandilla la llamaba desesperada, a gritos.
Todos, entre sorprendidos y contrariados, guardaron silencio unos instantes: doña Manuela fue la única que, no por hipocresía, sino por docilidad, movió los labios, como si rezara en voz baja. El primero que se atrevió a hablar, fue Pepe: A ver, chico, a qué te sabe el pan de tu casa. Lo que da el Señor, es bueno, donde quiera que lo dé.
Se practicó este movimiento con tanto órden y destreza militar, que logró eludir la cuidadosa vigilancia con que le observaban los rebeldes, los cuales quedaron sorprendidos á las primeras luces del dia siguiente, por no saber el como, y por donde se habia desaparecido Reseguin.
Mordióse el gobernador los labios, comenzando a sospechar que habían hecho un pan como unas hostias, y el pas trop de zéle de Talleyrand acudió a su mente como un reproche. Detuvo, sin embargo, un momento su cólera y sus temores la entrada del jefe de orden público, que venía a entregarle los papeles sorprendidos en poder de Currita.
La multitud, chocando cestas y capazos, arremolinábase en el arroyo central; dábanse tremendos encontrones los compradores; algunos, al mirar atrás, tropezaban rudamente con los mástiles de los toldos, y más de una vez, los que con el cesto de la compra a los pies regateaban tenazmente eran sorprendidos por el embate brutal y arrollador del agitado mar de cabezas.
Palabra del Dia
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