Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 8 de mayo de 2025
Estos monosílabos guturales los emitía con todo el grueso de su gruesísima voz, y con tal acento de sarcasmo infame y de grosería, que habrían sacado de quicio a personas de menos paciencia y flema que Sor Natividad y sus compañeras.
La compañera que Sor Natividad le dio en aquella faena era una filomena en cuyo rostro se había fijado no pocas veces la neófita, creyendo reconocerlo. Indudablemente había visto aquella cara en alguna parte, pero no recordaba dónde ni cuándo. Ambas se habían mirado mucho, como deseando tener una explicación; pero no se habían dirigido nunca la palabra.
Rosa Carraspique en el mundo, sor Teresa en el convento, murió de una tuberculosis, según Somoza, de una tisis caseosa, según el médico de las monjas, que era dualista en materia de tisis. Pero lo que no dudó ningún enemigo del Provisor fue que la culpa de aquella muerte la tenía don Fermín, fuese lo que quiera de los pulmones de la chica.
Quiero conceder que cuando hayamos leído la carta dirigida a sor Ana Brighton, en esa hoja escrita por la Condesa dos horas antes de su muerte, encontraremos que no solamente no hablaba de morir, sino que, por el contrario, expresaba su certidumbre de una felicidad inmediata. Pero hoy por hoy, si la lógica ha de valer algo, tenemos que creer en el suicidio.
Por algunos días vino a eclipsar al valetudinario Barinaga, que, en efecto, se consumía en la miseria, un suceso de gravedad suma, según Glocester y Foja y bandos respectivos: «La hija de Carraspique, sor Teresa, agonizaba en el inmundo asilo de las Salesas, en la celda que era, según Somoza, un inodoro, por no decir todo lo contrario». Y dicho y hecho.
Sí, ya, don Robustiano: ¿pues qué hay, Fulgencia? Creo que Sor Teresa está algo peor... pero no es para tanto alarmar a los pobrecitos señores. ¿Verdad, señor Magistral, que la pobre señorita no está de cuidado? Creo que no, Fulgencia; pero ¿qué dice el médico? ¿Viene de allá? Sí, señor, de allá; y ahí dentro daba gritos... viene furioso... es un loco. No sé cómo le llaman a él.
A sor Ana era a quien había escrito; pero no manifestó indignación de mi sospecha, del tono de ironía con que la expresé. Se limitó a corregirme: De sor Ana. Yo repuse siempre en tono de burla: ¿Y la salud del alma? Al oír estas palabras se ocultó el rostro entre las manos. Yo se las tomé de repente, y traté de atraerla hacia mi pecho. ¡No, no morirás; tú vivirás para mí, conmigo...
Mauricia ladró un poco más; pero con tanto furor de palabras no hacía resistencia verdadera, de modo que aquella pobre vieja inválida la manejaba como a un niño. Bastó que esta la cogiese por un brazo y la metiera dentro del encierro, para que la prisión se efectuase sin ningún inconveniente, después de tanta bulla. Sor Marcela echó la llave dando dos vueltas, y la guardó en su bolsillo.
En efecto, Mauricia empezó a sentirse alegre, y con la alegría vínole una viva disposición del ánimo para la obediencia y el trabajo, y tantas ganas le entraron de todo lo bueno, que hasta tuvo deseos de rezar, de confesarse y de hacer devociones exageradas como las que hacía Sor Marcela, que, al decir de las recogidas, llevaba cilicio.
Madre Ignacia dijo doña Catalina , no me hagáis visita; de seguro estáis haciendo falta fuera. En verdad, señora, que ese torno no para en todo el día; pero no importa: allí he dejado á sor Asunción. Id, id, y por mí no faltéis á vuestra obligación, ni molestéis á nadie. Tengo además mucho en qué pensar, y no me pesaría estar sola. La tornera se inclinó profundamente y salió.
Palabra del Dia
Otros Mirando