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Actualizado: 31 de mayo de 2025


Es tarde y no quiero privarlo de comer, a pesar del gran placer que tengo en oírlo... ¡Adiós! ¡No! diga usted: hasta la vista y hasta muy pronto; si no, no me voy... estoy decidido, y la noche me encontrará de centinela delante de su puerta... La joven se sonrió, y conciliante: Hasta muy pronto, pues dijo.

Se sonrió Carmen preguntando: ¿Por qué ha de ser eso? Porque Dios lo ha querido así..., y si yo tenía algo que era mío únicamente..., ya te lo di hace tiempo; te lo di en absoluto, para siempre, y me he quedado sin nada.... ¡Si quisieras!... ¿Qué? preguntó la niña.

Si usted imagina que pudiera enajenar tesoro de tal valía a cambio de favores literarios, vive usted en un error. Me considero no sólo con el derecho, sino también con el deber de decir claramente lo que siento acerca del arte y de los artistas. Rojas sonrió, guardó silencio unos instantes y al cabo dijo: A un general se le confía la dirección de una campaña.

Ella se sonrió y guardó silencio. En seguida le volvieron los dolores; se agitó, rechinó los dientes, pero no exhaló una queja. ¿Quieres que llame a Roberto? Ella dijo que por señas. Traedme también al niño murmuró. Accedí a su pedido. Hizo colocar a la criaturita en su cama a su lado y la contempló por largo rato. Trató también de besarla, pero estaba demasiado débil.

En efecto, Tristán se había quedado tan descompuesto que apenas podía articular una palabra. Sin embargo, hizo un esfuerzo heroico sobre si mismo y sonrió balbuciendo que aquel amigo de tan fea catadura era una persona honrada e inofensiva. «¡Ya, ya, bien inofensivo te Dios! Pues buen susto has llevado.

Hasta es posible que ese contratista se crea superior á , que soy su jefe; todo porque tiene más plata. Sonrió Canterac con una expresión cruel, y siguió hablando. Yo haré que tenga menos. Hasta ahora le había tolerado ciertas cosas al aprobar sus obras. En adelante perderá muchos miles de pesos y se verá obligado á rescindir su contrato, yéndose de aquí.

Que está admirable esta salsa. Don Germán sonrió y Tristán bajó de nuevo la cabeza persistiendo en su silencio desconsiderado. En cuanto terminó el almuerzo se encerró en su despacho. Allí vino a llamar no mucho tiempo después García, que traía igualmente un número de El Universal en la mano.

Nosotras somos «golondrinas» dijo Marcela , lo mismo que esos segadores italianos que llegan todos los años en el momento de la cosecha, recogen sus jornales y se vuelven a su país. Es lo mejor. Maltrana sonrió contemplando a esta banda de cocotas golondrinas que anualmente levantaban el vuelo desde París si las noticias de la cosecha eran buenas.

Cuando viviera lejos de los suyos y vistiese mejor, sería una señora «presentable»... ¿Pero podía amarla?... Febrer sonrió escépticamente. ¿Acaso resultaba necesario el amor para casarse?

Señora, honran sobre manera a su sexo, pero es preciso también considerar los sentimientos, la situación de una madre, y, al propio tiempo, mi misma situación. El coronel hizo aquí una pausa y, sacando un pañuelo blanco, lo pasó descuidadamente sobre su pecho y luego se sonrió cínicamente a través de sus bordados pliegues.

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