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Actualizado: 30 de abril de 2025


¡No me pegue usted, señor Pedro, que yo no he tenido culpa! Fué ella quien me mandó á llamar. El guapo sonrió y repuso cariñosamente: No temas, querido, ninguna gana tengo de pegarte... Al contrario, deseaba verte y charlar contigo un rato...

Sonrió el profesor al acordarse de sus preocupaciones pecuniarias algunos días antes, cuando intentaba ayudar á la alimentación del gentleman con sus modestos recursos. Como era un guerrero influyente, podía regalar hasta la saciedad á su adorado gigante distrayendo una parte mínima de los grandes depósitos de materias nutritivas requisadas por el gobierno para las necesidades del ejército.

María sonrió con satisfacción, y después de una pausa preguntó tímidamente: ¿Y si te pidiese el honor..., o lo que vosotros los hombres entendéis por honor?... añadió corrigiéndose. Ricardo se puso levemente pálido y tardó algún tiempo en contestar.

La persona que nos conducia nos preguntó, señalando á los tules que decoraban los remates de aquellos trajes: ¿Qué creen ustedes que es esto? Yo respondí: Creo que es un tul que se ha unido á la porcelana. Pregunté á mi mujer, y mi mujer creia como yo que era tul. Nuestro guia se sonrió en señal de triunfo, diciéndonos que no lo habiamos mirado bien.

Empezó á registrarse lo mismo que ella, aunque tenía la certeza de que la rebusca era inútil. De pronto sonrió triunfante. Toma el alfiler. Era el de su corbata; una perla famosa, muy admirada por las mujeres, y que no había querido dar nunca, por ser regalo de la princesa Lubimoff. Tuvo que encargarse él mismo de arreglar la rotura de la espalda, suspirando de angustia.

El duque, algo fatigado, se sentó en una peña. Era poeta, y gozaba en silencio de aquella hermosa escena. De repente sonó una voz que cantaba una melodía sencilla y melancólica. Sorprendido el duque, miró a Stein, y este sonrió. La voz continuaba. Stein dijo el duque , ¿hay sirenas en estas olas, o ángeles en esta atmósfera?

Prefiero a los míos; y desde que que el tal señor desea hablarme del negocio, tengo más ganas de pedir al doctor Zurita que me su consejo. Lo verá usted, doña Zobeida. Yo me encargo de la prestación. Sonrió la vieja dama con una alegría infantil, mostrándose aún más locuaz y comunicativa. El negocio hubiese llegado a término hace tiempo si mi finado tío viviese.

Pero la hilandera sonrió ruborizándose, y ya no hubo más. Todo estaba hablado; no volvieron á decirse que se querían, pero era cosa convenida el noviazgo, y Tonet no faltó ni una sola vez á acompañarla en su camino.

Milagros se sonrió, como un enfermo que hace esfuerzos por distraerse. Pronto volvió a caer en aquella honda tristeza que la aplanaba como una fiebre consuntiva.

Todos se repetían en voz baja su nombre; hasta el conductor mostró cierta emoción al ver en su coche al propietario de Villa-Sirena. Y lo peor de todo, queridos amigos, es que estoy arruinado. Spadoni abrió desmesuradamente sus ojos negros, como si oyese algo inaudito y absurdo. Castro sonrió con incredulidad. ¿Arruinado ?... Me contentaría con la décima parte de tus escombros.

Palabra del Dia

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