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Actualizado: 30 de abril de 2025
Luz, al principio sonrió despreciativamente, pero al sentir las manos callosas sobre el pecho, dio voces, lanzó gritos de angustia; y en su auxilio acudieron tres hombres.
Volvió a contemplarle Rivera con sorpresa, y repuso sin poder evitar una sonrisa de lástima: Puede, puede ser. Yo le he tratado muy poco, ¿sabes? Desde que ese idiota de Moreno le ha tomado por su cuenta, temía que se hubiese extraviado. Mario sonrió algo contrariado. ¡Qué duro está usted con Adolfo, D. Miguel! ¡Alto ahí, amigo!
Al conocer la cifra hizo un gesto plañidero; pero sonrió á continuación, como si este compañerismo en la desgracia le hiciese más llevaderas sus propias pérdidas. Quedaron un rato en silencio. Luego explicó ella su presencia en la plaza. Había jurado la noche antes no acercarse más al Casino; ¡pero la costumbre!... Estoy sola. Valeria se ha ido apenas terminó el almuerzo.
El sillero se llevó con serio ademán la mano al sombrero, sonrió y dijo lleno de amabilidad: El 8 de Diciembre, día de Nuestra Señora, ha cumplido los diez y seis. ¡Qué atrocidad! ¡Ea! Ya está D. Laureano en su terreno. A los cinco minutos se había sentado formando triángulo con el sillero y su hija.
Tomando un puñado de capullos, los fué prendiendo á lo largo de las líneas de la letra escarlata que decoraba el pecho de su madre, á la que se quedaron tenazmente adheridos. Ester no se los arrancó. El médico que, entretanto, se había acercado á la ventana, dirigió una mirada al cementerio, y sonrió amargamente.
Ven acá, salero, siéntate á mi vera, á ver si vivo cien años más. Soledad sonrió con benevolencia. ¿Para qué tanto? ¿No vale más estar á mi vera que vivir cien años? ¡Mucho que sí! ¡Bendita sea tu boca, clavel de la Italia! Mejor quiero estar á tus pies una hora que seis meses tomando monedas de cinco duros. Es que no las has visto.
Y en ese momento levantó la cabeza y sorprendió la atenta y curiosa mirada de Delaberge. Lejos de sentirse ofendida por ello, sonrió al encontrar su mirada los ojos de éste y prosiguió: Vaya, decididamente es mucho mejor dirigirse a Dios que a sus santos... Que lo diga si no el señor inspector general.
Cuando tenga el gusto de ser presentado á las señoras, les daré las señas de mis proveedores... Yo uso en mi casa esencias de Turquía: tengo muchos amigos allá... Al terminar la guerra haré un envío á la familia. Sus ojos se habían fijado en algunos retratos colocados sobre una mesa. El conde adivinó á Madama Desnoyers viendo la fotografía de doña Luisa. Luego sonrió ante el retrato de Chichí.
El cura se sonrió y entregó el paquete sin extrañar aquel movimiento involuntario del marido de la doña Emma, que recibía onzas de oro sin saber por qué se le daban. Mas Bonifacio volvió en sí y exclamó: Pero ¿a santo de qué me trae usted... esto?... Son siete mil reales.... ¿Pero de qué? Yo no soy... quien....
Tristán sonrió levemente, quedó unos instantes pensativo y al cabo le preguntó: ¿Y nosotros los poetas también necesitamos la amistad de los ministros? No, vosotros necesitáis pertenecer a uno de los dos Cuerpos colegisladores respondió gravemente el pintor. ¡Vamos, Gustavo, hoy traes la guasa verde! No es broma, querido, es la pura verdad.
Palabra del Dia
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