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Actualizado: 23 de junio de 2025
Conoce usted, sin duda, el proyecto del conde de Mengis y aprueba su plan de casarla con su sobrino... Antoñita manifestó su desagrado con un ademán. ¡Si no lo censuro! pero entiendo que no hay motivo para que se aparte usted de mí, rehuyendo mi presencia como la de un importuno que la molestase, sólo por haber hallado el hombre que sin duda llena sus aspiraciones.
Siendo como sois sobrino del cocinero mayor del rey, y viniendo como vendréis por esta razón, con frecuencia, á palacio, me veréis de seguro. ¿Pero vos no haréis nada porque yo os vea? No respondió fríamente la dama. ¡Ah! perdonad, señora. Estáis perdonado; ahora sepamos: ¿habéis muerto á don Rodrigo Calderón? No lo sé, señora; sólo sé que le he tirado á muerte. ¿Os ha conocido don Rodrigo?
Me ha hablado de varios. ¿Pero del hijo de uno de sus amigos? Amaury vio que no podía retroceder. Ayer pronunció delante de mí el nombre del vizconde Raúl de Mengis. ¿De mi sobrino? Sí; sé que tal es el deseo de nuestro querido Avrigny. ¿También sabe que yo pensé en Raúl para Magdalena? Sí, señor.
¡Ah, os negáis! No quiero ayudar á que os sacrifiquen. ¡Don Juan!... ¿Por qué me llamáis don Juan? Por... ¡por qué sé yo! ¿pero esto qué importa? Mucho... acaso el ser yo sobrino del cocinero del rey... Eso no importa nada... ¿Y si fuera peor? ¿si yo fuera un bastardo?... ¡Cómo! ¿sabéis?... ¿Y qué he de saber? ¿que soy hijo del duque?... Del gran duque de Osuna, y...
Algo más cotorrearon, pero no hace al caso. Doña Lupe se llevó a su sobrino al Monte de Piedad, y como aquel día las ventas fueron de muy poco interés, tornaron pronto a casa, después de comprar fresa y espárragos en un puesto de la calle de Atocha.
Porque doña Lupe era tal y como su sobrino la pintaba en aquella breve consideración; era juiciosa, razonable, se hacía cargo de todo, miraba con ojos un tanto escépticos las flaquezas humanas, y sabía perdonar las ofensas y hasta las injurias; pero lo que es una deuda no la perdonaba nunca. Había en ella dos personas distintas, la mujer y la prestamista.
Mi sobrino el gran Sultan Mahamud me da licencia para viajar de quando en quando para restablecer mi salud; y he venido á pasar el carnaval á Venecia. Después de Acmet habló un mancebo que junto á el estaba, y dixo: Yo me llamo Ivan, he sido emperador de toda la Rusia, y destronado en la cuna. Mi padre y mi madre fuéron encarcelados, y á mi me criáron en una cárcel.
Los personajes de Don Lucas, fatuo instruído, ostentoso y pedante, y de su hermana, la solterona Alfonsa, vieja y presumida, son, como caricaturas burlescas, de todo punto inimitables; las escenas ridículas de la posada, en donde los diversos huéspedes, engañados por la obscuridad, se equivocan del modo más extraño al acudir á sus citas, bastan para mover á risa al más triste hipocondriaco; y el enredo ó la trama de la misma comedia, esto es, el empeño de Don Lucas en casarse con una dama joven y bella, sirviendo de juguete á ésta y á su propio sobrino, se describen con habilidad y gracia incomparables.
¡Ah! prosiguió la baronesa haciendo seña a la huérfana de que se sentara de nuevo, y cual si de pronto hubiera venido a su memoria un detalle olvidado por azar... Aun tengo que decirte algo... por más que la precaución sea inútil... Al dejarte entera libertad en la elección del hombre que escojas para marido, queda dicho, sin embargo, que hago una excepción: mi sobrino Pedro.
Bien conservada, ¿eh? Sí; para su edad... ¿Cómo para su edad? No vayas a figurarte que es una vieja... Después, muy distinguida, ¿verdad? Y bajando la voz y acercando la boca al oído del sobrino añadió: ¡Ciento cincuenta mil duros en casas, y acciones del Banco!... ¿He dicho algo Miguel? No necesitó éste tirarle mucho de la lengua para averiguar sus planes.
Palabra del Dia
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