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Actualizado: 31 de mayo de 2025


¿Quién se resiste a una sorpresa de esa especie? ¿Quién quiere parecer vano? No es eso, sino que... Pues si no es eso me interrumpe, te espero a las dos; en casa se come a la española, temprano. Irá mucha gente; tendremos al famoso X., que nos improvisará de lo lindo; T. nos cantará de sobremesa una rondeña con su gracia habitual; y por la noche, J. cantará y tocará alguna cosilla.

Varias noches, estando así, ya de sobremesa y no presentes las chicas que habían servido, doña Manolita tentó el vado, a ver si D. Acisclo declaraba la causa de su preocupación. Don Acisclo, aunque negaba que estuviese preocupado, lo daba a conocer cada vez más, si bien no confesaba la causa. Una noche, por último, D. Acisclo se mostró más preocupado, pero más alegre asimismo.

Nos quedábamos de sobremesa doña Hortensia, Dolorcitas y yo. Dolorcitas y yo jugábamos como chicos, recorríamos la casa, subíamos a la azotea, íbamos al miramar. La señora Presentación, una vieja muy graciosa y gesticuladora, a quien yo no entendía nada de cuanto hablaba, solía venir a avisar a la señorita Dolores, que alguna de sus amigas acababa de llegar.

La sobremesa había durado cerca de dos horas, como nos lo hizo notar el caballero juzgando que desearíamos descansar; y como ésta era la verdad, aunque estábamos muy bien entretenidos a su lado, diose por terminada la conversación, condújonos a nuestros respectivos dormitorios y encerréme yo en el mío, contemplando la cama, de anticuada forma, pero limpia y bien mullida, como la tentación más seductora de cuantas había sentido desde mi salida de Tablanca al amanecer de aquel día.

Maxi se echó en su cama; su mujer le arropó bien, y cerrando las maderas, fue a la cocina a hacer un . Allí tropezó con doña Lupe, que le dijo: «Primero es el café. Ya lo están esperando. Ayúdame, y luego harás el para tu marido. Lo que él necesita más es descanso». La sobremesa fue larga.

Los clientes rugían de risa, seducidos por esta gracia escatológica, y reparaban menos en la cuenta de honorarios. ¡Famoso don Esteban!... Por el placer de oírle habrían hecho una escritura todos los meses. El futuro destino del príncipe de la notaría era objeto de las conversaciones de sobremesa en días señalados, cuando estaba invitado el poeta. ¿Qué deseas ser? preguntaba Labarta á su ahijado.

Delante del P. Enrique no osaron interrogar a don Acisclo; pero el Padre se iba siempre a las diez de la tertulia, porque nunca cenaba, y Pepe Güeto y su mujer se quedaban a cenar todas las noches allí. La cena solía durar hasta las once, y además casi siempre permanecían de sobremesa los señores, mientras que cenaban los criados, siendo este el momento de mayor confianza y alegría.

De sobremesa, si no jugaban al tute, el buen señor le contaba a su querida aventuras y pasos estupendos de su dramática vida militar. Había estado en Cuba en tiempo de la expedición de Narciso López, y trabajó mucho en la persecución y captura del famoso insurgente.

No quiso Candido oir mas, y confesó que Martin tenia razón. Sentáronse luego á la mesa con Paquita y el frayle Francisco; fué bastante alegre la comida, y de sobremesa habláron con alguna confianza. Díxole Candido al frayle: Paréceme, padre, que disfruta Vuestra Reverencia de una suerte envidiable.

Don Adrián y su hijo, respondió Nieves con la mayor tranquilidad. Bermúdez se quedó lo que se llama cortado; amagó una respuesta evasiva, y lo puso peor. Su hija no pudo menos de sonreírse al verle tan apurado, y le dijo muy templada: Mejor pago merecían de ti: créeme. Esto ocurría al irse cada cual a su agujero después de la sobremesa.

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