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Actualizado: 30 de abril de 2025


De sobremesa, trató doña Lupe de alegrarse los espíritus, charlando de cosas enteramente contrarias a aquella monserga del honor; mas él daba a conocer con suspiros profundos que la tormenta de su alma no estaba del todo extinguida. Pero la fuerza del ataque había pasado, y pronto vendría la completa serenidad.

El doctor recordaba los principales detalles de su vida, que muchas veces había contado el Capi de sobremesa en casa de Sánchez Morueta, con su sencillez de hombre franco y comedido al mismo tiempo, sin parar atención en el entrecejo de la señora que temía á cada instante extralimitaciones en el relato.

Estas notas, escritas ligeramente de sobremesa, en el paseo, yendo de cacería ó en el mismo coche que le lleva ó le trae del ensayo, forman más de cien grandes legajos; algunas fueron apuntadas hace veinte años.

A nuestra izquierda, habia una mesa rodeada de obreros, que sin duda acababan de comer. Ya de sobremesa, pasaban el rato en acertar charadas ó adivinaciones. Uno preguntó: ¿cuál es la cosa que más se pega? Este decia que era la resina; aquel que el alquitran; el uno que la cola; el otro que el aceite, el de más allá, que la trementina; el que le sigue, que la pez, y así cada cual decia su cosa.

Las personas mayores la emprendieron con el dulce, y el señor Cuadros descorchó frascos de licor de colores vivos e infernales, que hacían retorcer el estómago. Las copitas de color rosa besaban las bocas, dejando en los rojos labios de las jóvenes adorables gotitas de azúcar líquido. La sobremesa, alborozada y ruidosa, duró mucho rato.

Abrigado en su ruso, que llevaba más de seis inviernos encima, salió a dar su paseíto higiénico de costumbre; podía él perder la sobremesa, y aún la lectura de los diarios vespertinos, pero no su paseo de digestión, que ocupaba lugar preferente en su programa de cada día.

Amén de los corredores del asno, estaban otros cuatro aguadores jugando a la primera, tendidos en el suelo, sirviéndoles de bufete la tierra y de sobremesa sus capas. Púsose el Asturiano a mirarlos, y vió que no jugaban como aguadores, sino como arcedianos, porque tenía de resto cada uno más de cien reales en cuartos y en plata.

Y en otra parte: «Creo en el poder del amor sexual, del instinto creador. La amistad, la cordialidad... son sentimientos inseguros, impulsos efímeros, como esos enternecimientos que experimentamos hallándonos de sobremesa, durante una digestión agradable...» extraordinario no ha existido jamás. Schélling tiene razón: «Todo es uno y lo mismo»...

Si bien disgustadísimo con la silenciosa tristeza de su hijo, cuya salud, aunque robusta, pudiera resentirse, como D. Pedro era hombre que se levantaba al amanecer y bregaba mucho durante el día, luego que acabó de fumar un buen cigarro habano de sobremesa, acompañándole con su taza de café y su copita de aguardiente de anís doble, se sintió fatigado y, según costumbre, se fue a dormir sus dos o tres horas de siesta.

Pero cuanto más comedido se mostraba el indiano, tanto más insolente se iba haciendo el empleado del Tribunal de Cuentas. Sobre todo desde que Barragán se autorizó de sobremesa el dudar de la capacidad financiera de Juan Bautista Trúpita que había sido el protector del empleado en su juventud la rabia de éste ya no tuvo límites.

Palabra del Dia

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