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Actualizado: 14 de junio de 2025
Apoyados con ambas manos en sus largos palos de avellano, inmóviles, las picudas monteras alzando sus puntas negras y siniestras á los resplandores de la hoguera, ofrecían un aspecto pavoroso. Si cupiera el pavor en un corazón magnánimo, diríamos que Quino lo había sentido.
Dulces señores nuestros, si en los males Hasta aqui de Numancia padecidos, Que son menores los que son mortales, Y en los bienes tambien que ya son idos, Siempre mostramos ser mugeres vuestras, Y vosotros tambien nuestros maridos, Porqué en las ocasiones tan siniestras Que el cielo airado agora nos ofrece, Nos dais de aquel amor tan cortas muestras?
Allí habían privado grandemente en épocas anteriores el duque de Alagón, Lozano de Torres, Chamorro, Tattischief y otros memorables personajes de los seis años que siguieron á la vuelta de Valencey. Alguna vez los ministros eran favorecidos con su admisión en aquel recinto de perfidias y adulación, y allí las sonrisas de Fernando para sus secretarios eran siempre siniestras.
Merchán, ó aparenta ser, contrario á la anexión de Cuba á los Estados Unidos. No puede, por consiguiente, alegar, en contra de lo que él llama profecías siniestras, el florecimiento y prosperidad de Cuba si llega á ser un Estado más de la Unión. El Sr. Merchán no aspira al suicidio colectivo como raza.
A la siguiente mañana, no repitió Mariano sus exigencias de la noche de Navidad. Estaba de buen humor, alegre, saltón, inquieto y condescendiente. Gozosa también Isidora de verle sin las siniestras genialidades de la pasada noche, hízole mil caricias, le vistió, le arregló, púsole una elegante corbata, que ha días tenía para él, le peinó, sacándole raya, y cuando estuvo, a su parecer, bastante acicalado y compuesto, llevole delante del espejo para que se viera, y le dijo: «Ahora sí que estás hecho una persona decente».
El relámpago se deslizaba sobre las bóvedas de la noche como una espada flamígera y, a la luz pasajera, se veían de cuando en cuando algunas sombras siniestras descender sobre el valle, parecidas a esos espíritus vengadores que son enviados sobre las alas de la tempestad para atemorizar a los niños y a los hombres.
A lo lejos se oía un eco de voces siniestras, las voces del tumulto popular, que rodaba por la villa agitándola toda. El cafetero continuaba inmóvil en su trípode. Dos luminosos puntos de claridad verdosa brillaban detrás de él. Era Robespierre que se acercaba á su amo, y saltando por encima de sus hombros, se ponía delante para recibir una caricia.
Y empezó su martirio, un martirio lento y terrible. Las criadas y los niños del segundo y tercero fueron sus sayones. Si sentía fregar los suelos del segundo, poníase de mal humor: la arena desgastaba el entarimado. Si veía rayado el estuco de la escalera por la mano bárbara de algún chiquillo, se le encendía la cólera y murmuraba palabras siniestras y amenazas de muerte.
A Martín y a Bautista no les gustaban las canciones del gascón que les parecían empalagosas, y a éste tampoco las de sus amigos, a las cuales encontraba siniestras. Discutieron acerca de las excelencias de sus respectivos países, pasando de los cantos populares a hablar de las costumbres y de la riqueza. Iba a amanecer; comenzaban a acercarse a Vera, cuando se oyeron a lo lejos varios tiros.
Los criminales debían de ser bien empedernidos a juzgar por la absoluta indiferencia con que recibieron aquellas siniestras palabras pronunciadas con acento patético. Cada cual se retiró sosegadamente a su departamento y reanudó su tarea, como si la terrible espada de Némesis no estuviese aparejada a segarles el cuello. Los banqueros se miraron entre risueños y coléricos.
Palabra del Dia
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