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Actualizado: 4 de mayo de 2025
He seguido paso a paso tus manejos, y nada te he dicho; has comenzado a sorber el seso a mamá, y he callado: ahora te declaro francamente que no consentiré que, por adorar a Dios y sus santos, se olvide el cuidado de mi padre, y que no te dejo hacer a Leo esas repugnantes descripciones del vicio que encienden impureza en quien vive libre de ella.
Tu hermano ha tomado en serio el ser director espiritual de las oficialas del taller, y las aturde a letanías: tu madre... chico, lo diré con mucho respeto; pero hay que llamar a las cosas por sus nombres... tu madre está como si le hubieran sorbido el seso: Tirso la tiene días enteros doblando ropas, arreglando cajones, recibiendo la labor a las chicas... y, vamos a la parte más fea del asunto.
Empleó todos los recursos del ingenio y el lenguaje tierno y expresivo que le dictaba su honrado corazón a fin de convencerla de que ni ella ni él se hallaban, por fortuna, en el caso de ponerse a llorar sus pecados como dos criminales, pues si no eran más buenos, por lo menos lo eran tanto como el vulgo de los mortales; y en cuanto a tino y seso para gobernarse y gobernar a sus hijos en el matrimonio, no se creía tampoco menos apto que los demás, y que, en último término, pasarían por donde otros pasaron.
Flecharon al dichoso Chavarria: Aqueste á los Chanaes les cupiera, Al tiempo que la presa se partia: Ordenado de grados supe que era, Versado en natural filosofia, Discreto, sábio y muy caritativo, De mucha habilidad y seso vivo.
Una salvaje le había trastornado el seso, demostrando que en las islas de la Polinesia se dan casos de coquetería no menos refinada que la de los salones europeos. «¡Ay, qué bueno! exclamaba Fortunata riendo con toda su alma, al oír ciertos lances . ¡Si eso parece de acá...! ¡Pero qué lista...! ¿Has visto? ¡Y luego dicen...!». De europeas no había que hablar.
Yo presumí por sus últimas palabras que mi amo había perdido el seso, y viéndole rezar me hice cargo de la debilidad de su espíritu, que en vano se había esforzado por sobreponerse a la edad cansada, y no pudiendo sostener la lucha, se dirigía a Dios en busca de misericordia. Doña Francisca tenía razón. Mi amo, desde hace muchos años, no servía más que para rezar.
La hermosa que le tenía sorbido el seso era una dama principal de Andalucía, la condesita del Padul, joven de diez y nueve años, heredera de una inmensa fortuna. La amaba y se creía correspondido; no porque ella hubiera soltado aún el sí apetecido, sino porque había dado de ello tales muestras tácitas que Villa no podía resistirse más tiempo a creerlo.
A veces parece reformada; pero sale, pasa por una tienda, ve cualquier trapo, y adiós mi dinero... pierde el seso, le entra la fiebre... Yo le digo, cuando la veo comprar: «Ya se le saltó a usted un tornillo de la cabeza...» ¡Y si vieras...! Los hijos dan lástima.
Según opinión de los más, quería con esto fingirse loco para salvar el cuello: tal vez catorce meses de aislamiento en un calabozo, esperando a todas horas la muerte, habían acabado con su escaso seso de fiera instintiva.
Llegado á poco trecho, hacen alto, El Capitan procura de cebarles, Un poco retirándose en un alto, Por mas á su placer escopetarles. El bárbaro de seso no está falto, Que entiende ser aquesto asegurarles, Por dó hace parar sus escuadrones, Y dice con gran grita estas razones.
Palabra del Dia
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