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mismo puedes ver cómo buscan en todas partes á ño Juanito, y eso te permitirá apreciar el dinero que pierdo por servirte.... Pero lo hago con gusto porque me eres simpático, «cuyano». Y el gaucho, convencido de que no debía insistir, se dedicó á juntar la cantidad acordada, para que el viaje se realizase cuanto antes. Al fin entregó un día los ciento cincuenta pesos á ño Juanito.

Prolongaron el silencio con una sonrisa penosa, como si ninguno de los dos encontrase el medio de salir de esta situación. Continúa dijo Miguel . Una vez que vengo, no quiero servirte de estorbo. Ella, como si viese en tales palabras un reto á su timidez, y ganosa al mismo tiempo de mostrar sus habilidades, se inclinó sobre el lecho para reanudar el trabajo.

Almudena volvió hacia ella su rostro, y hasta podría decirse que la miró, si mirar es dirigir los ojos hacia un objeto, poniendo en ellos, ya que no la vista, la intención, y en cierto modo la atención, tan sostenida como ineficaz. Apretándole la mano, le dijo: «Amri, saber que servirte Almudena él, Almudena , como pierro. Amri, dicermi cosas ... de cosas tigo.

Tenía que hablarle... ¡Santo Cristo de Burgos, cortinas verdes!... A buenas horas nos entra la fineza... El demonio que te entienda, chica, ¡ahora clamas por tu marido! Para lo que ha de servirte, más vale que no parezca por acá en mil años. Es que le tenía que hablar. No ha estado aquí desde anoche.

Tengo la certeza de que ahora encontrarás allí lo que en otro tiempo deseaste. Tu mujer de seguro que te espera. ¿Y ? ¿Me abandonarás también ?... Yo nunca dijo Aresti. Pero de poco puedo servirte. Soy un hombre, y lo que necesitas, no está á mi alcance el dártelo. La alegría de tu vida sólo puedes encontrarla en tu casa... Ahora... lo que yo no aún es á qué precio vas á pagarla.

Me pides que te sugiera algún pensamiento para un drama, pues quieres hacer tus primeras armas en el teatro, y me preguntas si entre estas ásperas montañas no encontrarías alguna acción interesante que pueda servirte de tema. No, amigo mío.

5 ¿Quién echó libre al asno montés, y quién soltó sus ataduras? 6 Al cual yo puse casa en la soledad, y sus moradas en la tierra salada. 7 Se ríe de la multitud de la ciudad; no oye las voces del que demanda los peajes. 8 Rebusca los montes para su pasto, y anda buscando todo lo que está verde. 9 ¿Por ventura querrá el unicornio servirte a ti, ni quedar a tu pesebre?

Después de un silencio, Ignacio replicó: Yo no los he entendido bien, te repito... No te enojes, que no vale la pena... Mejor es que por ahora no me hables más del asunto, que ya lo comprenderás... Mi hermano Adolfo ha hecho lo posible para servirte, y me pide que le disculpes la mediana instalación del hotel... Te invita para esta tarde... Siempre comerás en casa... Y aprovecharemos hoy bien el tiempo, porque en los alrededores abundan perdices y palomas del monte... Vuelvo a casa y dentro de media hora vengo a buscarte. ¡Hasta luego!

Todos los grados de entendimiento que tengas por cima de los 20 no sólo te serán inútiles, sino nocivos; te distraerán de lo que importa a tu interés; te harán pensar en multitud de asuntos inútiles, en que no piensan los tontos; te concitarán el odio de los demás hombres, o harán que te miren como a un bicho raro y estrafalario, y de nada podrán servirte si no llegan a los 100, que son ya los grados del genio.

No te alebres, lector, al afrontar el título de este volumen, imaginando que van a servirte versos escritos en todas o algunas de las treinta y tantas lenguas vernáculas del Archipiélago Filipino. Ni yo sabría aderezar ese manjar, ni cómo catarle.